jueves, 6 de noviembre de 2008

José María Merino ante `Las puertas de lo posible´

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"Supercapullos y maquinenas"
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Regresa José María Merino al relato de ciencia ficción, Las puertas de lo posible. Cuentos de pasado mañana (Páginas de Espuma, Madrid, 2008) para contarnos el imperfecto futuro que se nos avecina, mostrándonos las puertas de lo posible. Las diecisiete piezas transcurren en un pasado mañana que es el siglo XXIV, enmarcadas por una cita inicial de F.T. Marineti, de la que procede el título, junto con un prólogo y un epílogo en forma de glosario, ambos obra del profesor Eduardo Souto, ya conocido entre los lectores del autor. Presenta el prólogo la peculiaridad de que su artífice discuta con Merino, con quien no siempre se muestra de acuerdo.
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Según se nos declara en él, estas piezas se presentan como la versión literaria de los datos de un informe científico, excepto “Viaje inexplicable”, producto de la imaginación del escritor. Toda ellas transcurren en un entorno en que los hombres conviven con robots, el espacio habitable se ha degradado, y apenas existe ya la naturaleza ni los animales, a la vez que las relaciones humanas se han complicado aún más si cabe. Un mundo, pues, en el que los terroristas “vienen muy bien para cargarles la culpa de todo” (p. 123), sin que por ello se les reste responsabilidad alguna por sus atentados.
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¿De qué tratan estos relatos? En primer lugar, de pasiones humanas tales como la fama, la soledad, el deseo y el amor, del fracaso y la felicidad, en suma; al tiempo que se ocupan del ecosistema y los mecanismos de que se vale el poder para manipularnos, con más o menos sutileza. Una de las grandes cuestiones recurrentes que se plantea el libro es la incapacidad creciente para distinguir lo verdadero de lo virtual, habida cuenta de que la realidad ha sido reemplazada, a veces, por simulacros, como se nos relata en “Playa única”.
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Para contar todo esto, se vale el narrador de distintos registros, y si bien impera el tono trascendente, lo dosifica con el humorístico. Un buen ejemplo de esto último se halla en la terminología que crea, de claro sabor realista, pero con ribetes divertidos; así, por ejemplo, los edenes, con sus bebederos, divertidores, burgas, lubines y esnicolas. Mis términos preferidos, de todas formas, son: los Estudiosos (robots que ayudan a los niños en su vida escolar), las quimeras (cruce de murciélago y hiena que pueden acabar devorándose entre ellos) y las maquinenas (bellas mujeres artificiales que proporcionan placer mercenario). Este léxico inventado convive en armonía con otro conocido e identificable como telecasco (a través del cual le calientan la cabeza al personal), bareto o supercapullo.
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Todas las historias que se cuentan están estrechamente vinculadas con la profesión del protagonista, casi siempre oficios nuevos, mal pagados y solitarios, hoy inexistentes, pero que podrían ser un buen ejemplo de las nuevas necesidades que se avecinan. Tampoco faltan reflexiones metaliterarias en “El viaje inexplicable”, un homenaje al libro, a la ficción, o en “Tu rostro en la red”. Pero en esta sociedad tecnificada también tienen su presencia individuos heterodoxos o robots que se rebelan contra las imposiciones arbitrarias, o que optan por vivir al margen, así como máquinas más sensibles que los humanos, según ocurre en “Ese Efe Can”.
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El escritor, en definitiva, es capaz de transformar la leyenda clásica de la dama robada por su amante en el castillo de Loarre, en un relato de ciencia ficción (“Una leyenda”), además de rendir homenaje a algunos de los autores que lo han precedido en el género, una fértil tradición que va del español Enrique Gaspar y H.G. Wells (véase “La isla de Moró”) hasta Aldous Huxley (inventor del soma), Isaac Asimoc (se alude a sus tres leyes de la robótica, p. 150) o Arthur Clarke, para mostrarnos un futuro poco apetecible, aunque optimista, pues en realidad piensa Merino que aún irá a peor... Por fortuna, aunque se nos tache de egoístas, no estaremos aquí para vivir ese mundo hipertecnificado, en el que no parece que las gentes vayan a ser más dichosas.
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* Este comentario apereció publicado en el número de octubre de la revista Mercurio.

5 comentarios:

Conrado Arranz dijo...

Si no fuera porque tengo cincuenta libros pendientes de lectura, lecturas obligadas (si es que esto existe) del posgrado y entre manos Mil Cretinos... me animaría con Merino (consonante), con el que disfruté infinitamente en mi último viaje (físico y psíquico) de su Glorieta de los Fugitivos. Buenas selección señor Fernando.

Anónimo dijo...

Ya leí en octubre esta gran crítica, directamente del Mercurio (por cierto, hoy mismo tengo que hacerme con el número de este mes). Enhorabuena.
Creo que fue en septiembre cuando apareció en LA BIBLIOTECA IMAGINARIA la reseña que yo hice del mismo libro. Me lo pasé genial leyéndolo: www.labibliotecaimaginaria.es

María Jesús Siva dijo...

Le conocí, cómo no, en uno de los cafés literarios de mi ciudad. Presentaba uno de sus últimos libros: Cuento de los días raros, ya la portada prometía no ser una lectura que te dejara indiferente.
Este año, acudí a escucharle a la Biblioteca Nacional, organizaban un Filandón junto a Luis Mateo Díez y Juan Pedro Aparicio, por cierto recomiendo el libro que tienen los tres juntos: Palabras en la nieve, la gente ya no cabía en la sala y nos empezamos a sentar por el suelo, intentando que no nos echaran y que nadie se quedara afuera. Lógicamente el acto duró más de lo programado y como no nos queriamos ir, al final improvisaron y les salió el filón irónico y gracioso. Vaya par de tres, nos hicieron reír.

Este nuevo libro tiene muy, muy buena pinta.
Saludos.

Andrés Pérez Domínguez dijo...

José María Merino es uno de los grandes autores de este país. Y está en plena forma, además. Después de la estupenda Glorieta de los fugitivos ha publicado estos cuentos donde le ha dado una vuelta de tuerca al género.
Es un hombre cuya calidad humana está a la altura de su calidad literaria. Quienes tenemos la suerte de conocerlo lo sabemos.
Un saludo,

Anónimo dijo...

Enhorabuena al autor, por la calidad de los relatos, su rico lenguaje, sin llegar a empalagar, y la agilidad de los argumentos. me lo he devorado. Y como sé que va a tener muchas críticas positivas, voy a poner un poquito de pimienta. Y aquí he de hacer una crítica o tal vez una consulta. Los protagonistas siempre son hombres, las mujeres del siglo .... son seres pasivos o... maquinenas. La única mujer perfecta es la descrita en el último relato. Osea, un robot, que haga y diga todo lo que un hombre desea. Y además que esté buena hasta la eternidad, para difrute de todos aquellos que la encuentren. Bueno, es el sueño de muchos hombres, imagino. Solo me gustaría alguna vez que las tornas se invirtiesen. Alguna autora (mujer tendría que ser porque no imagino otra cosa) que invente historias parecidas con hombres super super. Adelante escritoras, os mando la idea. ¿El hombre perfecto sería un robot? No se yo... Con lo atractiva que es la carne de verdad. Aunque envejezca.