sábado, 31 de octubre de 2009

Boquitas pintadas, 37

"Es la reacción irritada, el impulso, lo que lleva a la sátira, la estocada crítica al hilo de la actualidad, lo que proporciona más adelante el material para una reflexión ensayística o narrativa más extensa. Es la escritura cotidiana la que inspira las obras de mayor empeño, y no al contrario".
UMBERTO ECO

"¿Dónde queda el arte? En ese lugar secreto, donde hay menos espectáculo, menos alharacas y, sobre todo, menos funcionarios. Muy simple para mí. Una cosa sin intermediarios, sin directores de colecciones, sin curators. Un diálogo entre la obra, el autor y quien la mira".
EDUARDO ARROYO

"Soy un hombre totalmente inculto [...] Para mí, leer toda la obra de Molière fue importantísimo. Luego, Dos Passos y en tercer lugar Pessoa".
CHARLES AZNAVOUR, no tan inculto...

"Pat [primera esposa de V.S. Naipaul] era inteligente y brillante. Y por alguna razón estaba dispuesta a sacrificarse por el genio de Naipaul. Pero comenzó a flaquear de manera gradual y a mediados de los 80 no tenía muchas aspiraciones. Él dependía de ella. Dice que no se atrevió a dejarle marchar. Pero lo que hacía con ella fue brutal. Ella no tuvo agallas para dejarlo. Y él no pudo dejarla ni irse. Y la vida de Pat fue destruída".
PATRICK FRENCH, biógrafo de Naipaul

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"Yo no le daría el premio [Nobel] a Borges. Y no por razones políticas, que no son pocas, incluso la medalla que recibió de manos de ese tal Pinochet. No se lo concedería porque su literatura es trivial, bien escrita, pero superficial como el ajedrez".
ELÍAS CANETTI
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"Que la gente me tenga por una buena persona me conmueve mucho más que el que me consideren un buen actor ".
RICARDO DARÍN
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"Me sosprendió que varios de mis amigos no creyeran que haya vida inteligente fuera de la Tierra. Yo estoy convencido".
ALEJANDRO AMENÁBAR
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* La foto es de Paolo Roversi.
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viernes, 30 de octubre de 2009

PILAR GALÁN

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"Buenos propósitos"
En todo caso, si después de haber sido uno te conviertes en otro, ya siempre seréis dos.
Juan José Millás

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El lunes dejó de fumar. El martes empezó el régimen. No tuvo mucho problema para apuntarse al gimnasio el jueves, después de haber ido a trabajar andando el miércoles. Empezó a sentir las agujetas el viernes por la tarde, mientras hacía cola para ver si su nombre aparecía en las listas de la escuela de idiomas. El sábado lo pasó en casa, malhumorado y roto, agotado después de la limpieza general que incluyó baños y trastero. A las once de la noche del domingo, mucho después del partido, con el enésimo cubata de Dyc cola en la mano y el cigarro en la boca, apurando la segunda ración de orejas con tomate, comentó a sus amigos, desde el desgarro y la sinceridad más profundos, hay que ver, cago en la hostia, qué largas se me han hecho estas dos semanas.

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"Tq 1webo"
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Había asumido más mal que bien que su chico (como se decía ahora, por muy ridículo que a ella le resultara) no iba a sorprenderla nunca con unos Louboutin, o unos Manolo Blahnik, recién salidos de Sexo en Nueva York o de Cosmopolitan, y había acabado por reconocer ante los gestos adustos de sus amigas, que su chico no iba a pagar jamás la cena, ni las copas, y que por muy bien que guisara, y por muy a gusto que se estuviera una en casa cenando de tupper, los placeres gastronómicos de comer fuera de casa estaban cada vez más lejos a no ser que ella asumiera todos los gastos. Y una noche de confesiones con sus compañeros de trabajo, hombres estables, casados hace mucho, con hijos, que le habían ido tirando los tejos año tras año con la costumbre sin esperanza de las cenas de empresa, terminó por aceptar que todos los viajes tendría que organizarlos ella, e incluso conducir, y hasta hacer las maletas si no quería encontrarse en Groenlandia con dos pareos y un bikini. Pero lo que terminó con su relación no fue nada de lo anterior, ni siquiera las miradas ni los gestos ni los comentarios despectivos de todo su círculo. Bien es cierto que ella no había esperado nunca de ninguno de los hombres que había conocido una declaración de amor en toda regla, y que dejaba para sus lecturas íntimas a Garcilaso y Quevedo, pero lo que no pudo soportar de ninguna manera fue ser despertada en mitad de la noche por un verso que parpadeaba en la pantalla del móvil, y que hubiera tenido su aquel, si ella lo hubiera entendido, o no hubiera tenido que ponerse las gafas de cerca para leer esa canción de amor desesperada que su chico le enviaba vete tú a saber desde qué garitos nemorosos, colinas plateadas, grises alcores o cárdenas roquedas, el silbo de los botellones sonorosos que centelleaba en el verso heptasílabo tq 1webo, tía, vocativo incluido.
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"Foto ágora de Atenas"

Han pasado diez años y diez kilos desde entonces. Agosto se reflejaba en todas las columnas y las cigarras hacían vibrar las hojas de los olivos. Aunque aparezco sola, el mundo entero estaba de vacaciones, nos rodeaban los autobuses y apenas había tiempo para contemplar nada. En la fotografía se respira una tranquilidad inexistente. A ambos lados los turistas esperaban para no interrumpir igual que hacíamos nosotros a cada paso, pero qué importaba. Estaba cumpliendo un sueño, conocer el lugar donde se había hablado el idioma que yo enseñaba. Disfrutaba simplemente estando allí, recordando el Ágora leído, cerrando los ojos para no ver el Partenón invadido de bárbaros. La mochila estaba llena de recuerdos, sobre todo hojas de laurel. Acabábamos de visitar Delfos y yo había formulado un deseo en cada piedra, sin prestar atención a quienes se quejaban del calor y la monotonía de las ruinas. Aún no había cumplido los treinta y sentía que me quedaban demasiadas cosas por hacer y que Grecia no era más que el principio de un largo viaje sin renuncias, sin escalas, soltando lastre. Ahora ya no enseño griego, y el viaje me devolvió a una Ítaca feliz, en la que acuno a mi hijo con cuentos sobre Delfos. He de decir que el oráculo atendió todas mis peticiones, eso sí, de la forma particular en que los dioses complacen a los humanos. No en vano, además de inmortales, son mucho más sabios y suelen reírse de nosotros. En definitiva, el hombre no es más que el sueño de una sombra.
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"Despedida"......

Vete a tomar por culo, Teresa, me escribió en el móvil.
Solo un poeta como él podía despedirse en endecasílabos.
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* Pilar Galán ha ganado, entre otros premios, el Miguel de Unamuno, Cuentos de invierno y Helénides. Ha publicado tres libros de cuentos: El tiempo circular (EREX), Manual de ortografía, Diez razones contra la Perestroika (De la luna) y Túneles (Alcancía); así como las siguientes novelas: Pretérito imperfecto, Ocrán-sanabu y Ni Dios mismo (De la luna). Escribe en el periódico Extremadura. Sus textos han aparecido en las antologías: Relatos relámpago, Sabor de amor, Ficciones, Relatos al atardecer e Ídolos; y en revistas como Turia, El espejo, Muchocuento, La luna o Mangaancha.
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* La ilustración es de Gino Rubert.
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jueves, 29 de octubre de 2009

JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO, 1

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"La huerta de Job"
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Quien le reclamaba la mitad de la huerta era el Doctor Quijada, Doctor en Leyes como él, e Inquisidor de Valladolid, y entonces su amigo más cercano, el cirujano Contreras le aconsejaba que se plegase y no pensase en pleitear. Por muy buenas razones que tuviera, porque ¿acaso no le había confesado un día que había recibido en herencia esta huerta de una abuela o tatarabuela suya que ni él recordaba cómo se llamaba, pero sí que él padre de esa abuela o bisabuela se llamaba don Moysén. De manera que, con un abuelo así que no se podía nombrar, ¿cómo iba a andar sacando sus escrituras?
-Entre gentes de sangres limpias, como nosotros –decía el Doctor Quijada- debemos arreglar estas cuestiones lo mejor posible. Y no me quitaría yo en abonar algunos dineros a Vuesa Merced por mitad de esa huerta que siempre se tuvo por nuestra en la familia.
Y él contestó que no se apartaba de discutir lo que hubiera que discutir, pero no comprendía por qué el señor Inquisidor se había encaprichado de la mitad de su huerta y mucho menos comprendía por qué le recitaba siempre un parentesco estrecho en sus familias, y gracias al cual la mitad de la huerta correspondía a cada uno de ellos.
-También podemos discutir sobre nuestras familias. Hasta Job se puso a discutir con Dios y Dios con él –argumentó el Doctor Quijada
-Pero olvida Vuestra Señoría, señor Doctor, que Job se quejaba con amargura de que Dios quiera discutir con él, porque Dios era Dios y él Job, sólo polvo y ceniza.
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Y añadió:
-O todavía menos, “hebel” o humo o vapor de agua, como decía el Génesis.
Entonces el Doctor Quijada hizo un gran silencio, y luego, mostrando una gran sonrisa dijo:
-¿Así que sabéis que Job se quejaba de ese modo, y que la Biblia Hebrea llama “hebel” al hombre y al mundo? Es interesante, verdaderamente.
Tornó a callarse un gran tiempo, pero se iba adelgazando tanto el silencio, y tanto estuvieron los ojos del uno buscando y rehuyendo los del otro, que ese silencio se quebró y desdee la estancia se oía el gritar de los vencejos al final de una tarde calurosa, y luego también se oyó el ladrido de un perro; y el Doctor Quijada volvió a sonreír, mientras a él le temblaban las piernas. Y entonces, finalmente, en voz muy baja concluyó diciendo que, pensándolo bien le cedía a Su Señoría la huerta entera. Y el Doctor Quijada volvió a sonreír, y luego dijo:
-En realidad no me interesa vuestra huerta ni partida ni entera. Lo que nos interesaba a los señores Inquisidores era saber si erais y sois “de ellos”, pese a vuestro apellido postizo; y ya lo he comprobado. No quiero más de vos. Podéis iros.
Él quedó anonadado y apenas si pudo levantarse del asiento. Tardó mucho en llegar a su casa que era casi paredaña con la del señor Inquisidor, y allí se metió en la cama de la que no volvió a levantarse, y al cabo de unos meses murió. El señor Inquisidor fue a dar el pésame a la mujer y al hijo de su vecino, y al despedirse dijo:
-Si hubiéramos discutido el asunto, como Job y Dios discutieron todo se hubiera arreglado y él no tendría que haber muerto.
Pero ni Doña Sara, la viuda del difunto, ni su hijo Moysén, dijeron nada a esto, sino que ellos también le regalaban la huerta entera al señor Inquisidor, y esa misma noche se fueron de Sefarad con unos arrieros flamencos, aunque no sin haber sembrado secretamente de sal la tierra de la huerta, y haber envenenado el pozo. Y en cinco siglos aquel terreno no puede sembrarse ni aquel agua beberse, ni tampoco puede edificarse sobre él. Sólo hay un peral seco, pero que nadie se ha atrevido a cortar, y aquel pago se llama “la huerta de Job”, que no pertenece a nadie, y figura como un baldío.
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* José Jiménez Lozano (Langa, Ávila, 1930) es narrador (El mudejarillo, 1992, y los cuentos que componen El ajuar de mamá, Menoscuarto, Palencia, 2006), ensayista (Los cementerios civiles y la heterodoxia española, 1979; y El narrador y sus historias, 2003), poeta y autor de diarios (Los tres cuadernos rojos, 1985; Segundo abecedario, 1992; La luz de una candela, 1996; Los cuadernos de letra pequeña, 2003; y Advenimientos, 2006). Como periodista llegó a dirigir El Norte de Castilla, de Valladolid. Con su libro de cuentos El grano de maíz rojo (Anthropos, Barcelona, 1988) obtuvo el Premio de la Crítica. Sus microrrelatos están recogidos en El cogedor de acianos (Anthropos, 1993) y Un dedo en los labios (Espasa Calpe, Madrid, 1996). Entre los diversos premios que se le han concedido destacaría el de las Letras Españolas (1992) y el Cervantes (2002). Tanto este microrrelato como el que daré en la segunda entrega son inéditos.
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* El cuadro es de Durero, "Job y su mujer".
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Sin la letra...

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Cuenta Llàtzer Moix en La Vanguardia que el relato "El final de Dubslav", incluído en el último libro de Eduardo Mendoza, Tres vidas de santos (Seix Barral), presenta una particularidad: no incluye, a lo largo de sus cuarenta páginas, la palabra que. "Es una omisión deliberada -comenta el autor-. Esta palabra se cuela por todas partes, de modo que me propuse escribir un cuento donde no apareciera ni una vez". Este ejercicio de autolimitación lingüística evoca el que practicara Georges Perec en La disparition, una novela de 320 páginas (78.000 palabras) que escribió sin utilizar ni una vez la letra e.
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A mi parecer, se semeja más a los experimentos que, mucho antes que Perec, hizo Jardiel Poncela, en cuentos en los que prescindía de una vocal, de la e. No olvidemos que el título de la novela de Mendoza, Mauricio o las elecciones primarias (2006), remedaba ya otro de Jardiel, Mauricio, o una víctima del vicio, que es uno de sus llamados celuloides rancios.
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* P.D. Me acabo de dar cuenta que Eduardo Mendoza, en una entrevista que Carles Geli le hace en El País (22 de octubre), reconoce la influencia de Jardiel.
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miércoles, 28 de octubre de 2009

DAVID LAGMANOVICH, y 2

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"Muros"
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Se había hecho experto en muros y murallas. En los libros de la infancia comenzó a amar la Gran Muralla China; ya adulto, su íntima ambición nunca cumplida fue conocer esa maravilla. Se emocionó en Jerusalén frente al Muro de los Lamentos; en Berlín, cuando todavía existía el Muro de la infamia, deseó que se convirtiera en una curiosidad del pasado. Cuando creyó haber aprendido todo sobre paredes, muros y murallas, se dedicó a robar deslizándose con un apoyo casi imperceptible por las paredes de los edificios, viajando de un piso a otro. Así aplicaba el conocimiento teórico acumulado durante años. Apresado por los gendarmes en ocasión del escalamiento que hubiera sido su hazaña mayor, cumple su sentencia de prisión en una inexpugnable cárcel de altísimos muros. Sabe que nunca conseguirá franquearlos; en secreto, ese pensamiento lo reconforta.
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"One Way"
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En mi ciudad todas las calles son de dirección única. Se dirá que eso no tiene nada de particular, pues se practica en muchos espacios urbanos. Pero la cuestión no acaba ahí. A ver si me explico: en la ciudad donde vivo las calles corren sólo en una dirección, sin que haya otra que nos conduzca en sentido inverso. Eso vale para las calzadas y las aceras, los rieles del tranvía, los viaductos, los canales, las pistas para bicicletas, los itinerarios fijados para las cortadoras de césped y, en suma, todo lo que merezca ser considerado como circulación de personas, vehículos o pensamientos. Lo que más le costó a la gente fue acostumbrarse a que nadie pudiera cambiar de dirección girando sobre sí mismo en una acera, como muchos tratan de hacer cuando advierten que han olvidado comprar algo y quieren regresar al lugar recién abandonado. Las autoridades han atendido a esta necesidad organizando los llamados puntos de conversión edilicia, que son tres o cuatro en todo el espacio de la ciudad y pueden usarse para cambiar de dirección, previo el pago de una multa sustancial. Penalidades mayores aguardan a quienes, sin usar tales puntos, osen invertir la dirección de sus pasos.
Cuando se circula en automóvil o en un vehículo alternativo, el decomiso del mismo y la prisión del conductor son penas adecuadas para una trayectoria no autorizada. Lo mismo, si alguien da marcha atrás o de cualquier otra forma obstaculiza la dirección permitida. Por su parte, los desvíos de los peatones se sancionan con la flagelación pública en el caso de una primera infracción, y con penalidades progresivamente más serias las sucesivas, si llegaran a producirse. En cambio, quienes completen el itinerario fijado por los gobernantes, sin desviación alguna, son objeto de una celebración apoteósica al final del trayecto. El punto de llegada, que es siempre una plazoleta circular, se inunda de luz; acuden payasos y niños de las escuelas a felicitar a los ganadores, y resplandece en lo alto una leyenda incandescente en blanco, azul y grana que proclama: WELCOME TO THE U.S.A.
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"Vida vegetariana"
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Federico se convirtió al vegetarianismo para estar cerca de Almudena. Ella le mostraba una nueva forma de vida, le pasaba recetas sin carne y a veces lo invitaba a comer en su departamento. El noviazgo coincidió con el aprendizaje, y el venturoso día del casamiento fue como una graduación. En la fiesta de bodas ofrecieron un pastel con mucha fibra y una crema ficticia, y brindaron con jugo de frutas, en medio de la alegría general.
Poco después Almudena suprimió de la dieta compartida todo vestigio de leche (alimento de terneros y no de seres humanos, dijo) y todo asomo de huevos (reside en ellos un germen de vida animal, afirmó). Luego la emprendió contra las legumbres, en su opinión menos valiosas que las verduras de hoja. Las papas fueron eliminadas por propiciar la obesidad; las zanahorias y remolachas, por su innecesario despliegue de color. La cruzada prosiguió sin prisa y sin pausa, y Federico comenzó a sospechar que el fin último de su mujer era la anorexia colectiva.
Se separaron seis meses después del matrimonio. Él argumentó que el divorcio no era un abandono, sino un acto de defensa propia.
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* Estos microrrelatos son inéditos. El cuadro es de Jaspers Johns.
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martes, 27 de octubre de 2009

Selma Ancira, Premio Ángel Crespo de traducción

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Un jurado compuesto por Pilar Gómez Bedate, Luisa Cotoner, Anne Hélène Suárez, Oliver Strunk y Carlos Vitale, como secretario, ha distinguido a Selma Ancira con el XII Premio de Traducción Ángel Crespo por su traducción de Viva voz de vida, de Marina Tsvietáieva. El premio, otorgado por la Asociación Colegial de Escritores de Cataluña, CEDRO y el Gremio de Editores de Cataluña, es uno de los más prestigiosos en lengua castellana.
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Marina Tsvietáieva (Moscú, 1892-Elábuga, 1941) vivió en Rusia hasta 1922, año en que decidió reunirse en el extranjero con su marido, un oficial de la Guardia Blanca. Residió en Berlín, en Praga y finalmente en París, ciudad que abandonó en 1939 para regresar a la Unión Soviética, donde dos años más tarde puso fin a su vida. Su obra, considerada una de las más destacadas del siglo xx, incluye tanto poesía como prosa. Entre los libros de Tsvietáieva traducidos por Selma Ancira al castellano están El diablo, El poeta y el tiempo, Indicios terrestres, Mi Pushkin, Un espíritu prisionero y Natalia Goncharova. Retrato de una pintora.
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Selma Ancira (Ciudad de México, 1956) estudió Filología Rusa en la Universidad Estatal de Moscú, donde se especializó en la literatura del siglo XIX. Más tarde cursó estudios de lengua y literatura griegas en la Universidad de Atenas. A lo largo de los años, Ancira ha ido recreando la obra de Marina Tsvietáieva en castellano, haciendo de ella una poeta reconocida también en el mundo hispano. Entre los otros autores que ha traducido están Lev Tolstói, de quien ha editado y traducido los diarios y la correspondencia, Alexandr Pushkin, Nikólai Gógol, Fiódor Dostoievski, Iván Goncharov, Iván Bunin, Mijail Bulgákov, Boris Pasternak, Serguéi Eisenstein, Nina Berbérova, Ósip Mandelstam, Yorgos Seferis, Yannis Ritsos, Yákobos Kampanellis y María Iordanidu. Desde 1988 reside en Barcelona.
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Me gustaría pensar que en esta ocasión no sólo se premia la traducción de un libro concreto, sino también la trayectoria de la traductora y la excelente labor de la editorial Minúscula.
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E la nave va...

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Stefano Valente, de Roma, visitante de esta bitácora, ha traducido en sus elegantes blogs, Narcolessia delle giraffe y El sogno del minotauro, dos microrrelatos de Antonio Serrano Cueto y Juan Armando Epple, aparecidos en esta Nave de los locos. Gracias, amigo.
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lunes, 26 de octubre de 2009

DAVID LAGMANOVICH, 1

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"Alfabeto"
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Desde que lo conocí —hace ya tantos años— el alfabeto se me apareció como un desfile de soldaditos, listos para empuñar sus armas contra mí. Sobre todo cuando se trataba de un alfabeto compuesto en letras mayúsculas: la A con su pretensión de cúspide, la B y sus redondeces engañadoras, la C y la G como bocas siempre dispuestas a cerrarse con un rechinar de dientes. Ahora, en mi vejez, lo sigo mirando, si no con terror, al menos con desconfianza. He transitado muchos de sus caminos sin mayor contratiempo. Pero a una distancia cada vez menor se yergue la figura de la X, la marca del tesoro pero también la del crimen: la letra que me hipnotiza con su terrible ambigüedad.
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"El doble"
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Me aseguraron que en Amaicha del Valle vivía un hombre que era idéntico a mí: igual en edad, en estatura, en el color del pelo y de los ojos, en la piel quizá demasiado blanca que no resistía bien los rayos solares; igual en la manera de caminar, en los hábitos de sueño y hasta en la forma de relacionarse con la gente. Lo único en que diferíamos eran las ocupaciones, pero está claro que Amaicha no es un lugar demasiado propicio para tareas universitarias. “Un doble tuyo”, me dijo alguien, “que no tiene más remedio que dedicarse al cultivo de la soja y el arándano”. La situación me pareció curiosa y me hice el propósito de viajar a los valles para ver por mí mismo al presunto mellizo: “tu idéntico, como una gota de agua a la otra”, había dicho Margarita, mi prima política. Pero lo fui dejando pasar. El otro seguramente compartía mi actitud, ya que nunca venía a la ciudad y en consecuencia no podía llegar a conocerme.
Eso siguió así hasta hace muy poco. Ya era después de medianoche cuando golpearon reciamente a mi puerta; pensé entonces que quien llamaba no conocería el uso del timbre. Pregunté quién era y mi propia voz me contestó desde el otro lado de la puerta: “He venido de Amaicha para conocerte”. Sentí un miedo horrible y, en lugar de abrir, eché un cerrojo más a la puerta y corrí a asegurar las ventanas. Pero no hubo insistencia alguna; el visitante nocturno se había marchado, como en una situación similar lo habría hecho yo.
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"El tranvía"
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El tío Cosme (así lo llamaban aunque no se le conociera ningún sobrino) estaba sentado pacíficamente en un banco del parque, sobre la acera que da a la avenida. Un grupo de muchachos pasaba por el lugar, hablando a gritos y reproduciendo canciones estrepitosas. Al ver a Cosme, uno de ellos le preguntó que estaba haciendo allí. “Esperando el tranvía”, contestó el viejo.
—Pero, tío Cosme —dijo su interlocutor—. ¡Si ya no hay tranvías! Hace muchos años que los suprimieron. Quedaron los rieles, incrustados en el pavimento, pero los tranvías de su juventud desaparecieron.
—No importa —dijo el tío Cosme.
A lo lejos, en la dirección del cerro, se escuchaba la campana del tranvía, acercándose cada vez más.
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* El escritor argentino David Lagmanovich (Nicolás Bruzzone, Córdoba, Argentina, 1927) ha cultivado la poesía, el ensayo y el microrrelato. En este último género es autor de La hormiga escritora (2004), Casi el silencio (2005), Menos de cien (2007), Las intrusas (2007) y Los cuatro elementos (Menoscuarto, Palencia, 2007). Su último libro es Historias del Mandamás y otros relatos (2009). También en Menoscuarto han aparecido dos libros imprescindibles para todos los interesados en el género: La otra mirada. Antología del microrrelato hispánico (2005) y El microrrelato. Teoría e historia (2006). Es autor, además, junto a Laura Pollastri, de la antología Microrrelatos argentinos (Universidad Nacional del Comahue, General Roca, 2006). Estos microrrelatos son inéditos.
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* Los cuadros son de Robert Llimós.
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Semana del microrrelato

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Esta semana voy a dedicar cuatro entradas a recoger microrrelatos inéditos del escritor y ensayista argentino DAVID LAGMANOVICH y del poeta y narrador y ensayista español JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO. Con ellas cierro la antología, de próxima aparición en Los Cuadernos del Vigía, de Granada, que he titulado Los microrrelatos de la nave de los locos. En ella aparecen 75 autores españoles e hispanoamericanos (argentinos, mexicanos, chilenos, panameños, venezolanos, uruguayos y peruanos). En sus páginas conviven muchos de los mejores cultivadores del microrrelato en el mundo hispano, junto a otros jóvenes o que están empezando su trayectoria dentro del género. Espero que la convivencia de narradores jóvenes y consagrados, de ambas orillas del atlántico, resulte representativa de los rumbos actuales de esta narrativa brevísima. La aparición del libro puede coincidir, además, con la celebración del segundo cumpleaños de esta bitácora, como un inmerecido regalo que me hacen los dioses.
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P.S. AVISO. No consigo localizar a Cristina Elda Nieto, por lo que no podré incluirla en la antología sin que me dé permiso. Si alguien la conoce o puede ponerme en contacto con ella, se lo agradeceré.
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* El cuadro es de Sam Francis.
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domingo, 25 de octubre de 2009

Los fogonazos de Óscar Sipán, 21

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UN LUGAR
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Ya no soy una persona: soy un lugar al que nunca podrás volver.
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BELLEZA
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Un pavo real extendiendo su cola en las chimeneas de Auschwitz.
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MANICOMIO
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Todo el mundo lee novelas para evadirse de la realidad. Al final lo conseguirán.
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sábado, 24 de octubre de 2009

Pro acercanza, 23, con Mingote

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* Este chiste apareció publicado en ABC, el 5 de abril del 2009. Me lo manda Puerto Gómez. Ayer, viernes, Fernando Aramburu, en su colaboración quincenal en El Cultural de El Mundo se refería a nuestra campaña Pro acercanza.

Recuerdo del profesor Thomas M. Sheerer

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En pleno verano, murió con 60 años, de un paro cardíaco, el catedrático de Literatura Española e Hispanoamericana de la Universidad de Augsbourg (Alemania), Thomas M. Sheerer, quien, además, se mostraba muy interesado por la Literatura Catalana, buena prueba de ello era que había dirigido varios trabajos de investigación sobre la obra de Miquel de Palol. Entre sus estudios más significativos e influyentes recuerdo ahora sus libros sobre Mario Vargas Llosa y sobre la narrativa de Pedro Mata, Alberto Insua y José María Carretero, más conocido como El caballero Audaz, que data de 1983. Hace algo más de un año tuvo la amabilidad de invitarme a su Universidad, donde di una conferencia sobre la renovación que se está produciendo en el cuento español actual. Y al día siguiente, junto a alguno de sus más estrechos colaboradores, dimos juntos un grato paseo por esa hermosa ciudad que es Augsbourg, la cuna de Bertolt Brecht, donde el jovencísimo Mozart empezó a estudiar música, la ciudad de los Fúcares, los banqueros de Carlos I. Descansa en paz, estimado amigo.

* La foto está tomada por Gemma Pellicer en Augsbourg (Alemania), el 25 de enero del 2008, con X, Thomas Bodenmüller, Thomas Sheerer, el inevitable profesor, Steffi y David.

viernes, 23 de octubre de 2009

GABRIELA AGUILERA

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"Cuestión de costos"
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La pensión de alimentos había disminuido a la mitad cuando ella se decidió a contratar una abogada. Lo demandó y le impidió ver a los hijos.
El contrató un abogado que lo defendiera de tamaña injusticia y convencido de que la mejor defensa es el ataque, la demandó para que abandonara la casa común.
La jueza falló contra ambos y luego de pagar los honorarios de sus respectivos abogados, los dos decidieron que era mucho más barato soportarse el uno al otro y volver a vivir juntos para siempre.
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"Tránsitos"
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Aseguró ser un buen conductor. Lo desafié esa noche a recorrer mis caminos con su lengua y lo hizo, deteniéndose el tiempo justo en cada una de las paradas obligatorias inscritas en los lunares rojos que tapizan mi piel. Respetuoso de las leyes, no pasó por alto a ninguno de ellos. No sabía que viajaba siguiendo las señales de un mapa que lo conducían a estrellarse de cabeza entre mis piernas.
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"Plaza de Armas"
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Porque eres un niño y ya te pasaron por las armas hace rato y muchas veces. El hambre te come. Tu cuerpo dispara a los ojos y al deseo de ese hombre que detiene su auto y abre la portezuela para que subas.
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"Reparto a domicilio"
..................A Juan Epple, por un mail inspirador
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El corazón estaba sobre la mesada de la cocina, algo grisáceo luego de tantos días en el congelador. Tomó el cuchillo eléctrico y lo cortó porcionándolo en lonjas gruesas que puso en bandejas de aislapol y selló con alusaplast. Fue una operación limpia y perfecta. Se sintió satisfecha de su obra. Abrió la hielera, metió las bandejas con cuidado, unas sobre otras y salió a entregarlas.
Una para cada amante que su esposo tuviera en vida.
Se merecían un pedazo de su corazón.
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* Gabriela Aguilera (1960, Chile) estudió Antropología en la Universidad de Chile e hizo un diplomado en Estudios Mexicanos en la UNAM. Es narradora y profesora en talleres literarios. Sus cuentos y microrrelatos han sido recogidos en diversas antologías de la editorial Ergo Sum, en Microscopios eróticos (Ediciones Atómicas, 2005) y en Letras rojas (LOM, 2009). Además, ha publicado cuatro libros de cuentos y microrrelatos: Doce guijarros (1976), Asuntos privados (2006), Con pulseras en los tobillos (2007) y En la garganta (2008), todos ellos en la editorial Asterión, de Santiago de Chile, de cuyo comité editorial forma parte desde el 2007. Ha colaborado en el programa literario de radio USACH (2005 y 2006) y es directora del proyecto Letras en el Liceo de la Corporación Letras de Chile. Acaba de terminar Los inconclusos, su primera novela, y prepara un libro de cuentos negros acerca de la independencia de Chile con el que ganó la Beca a la Creación Literaria otorgada por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura, además de un libro de microrrelatos titulado Fragmentos de espejos, acerca del divorcio en la sociedad chilena. Estos microrrelatos, inéditos, forman parte del citado libro.
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* Las fotos son de Francesca Woodman.
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jueves, 22 de octubre de 2009

Museo de las cosas insólitas

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Cuentan las guías de la ciudad que en Berlín hay más de doscientos museos, pero seguramente el más pequeño, singular y desconocido sea el Museum der Unerhörten Dinge, de las cosas insólitas o inauditas, situado muy cerca de mi casa, en la Crellestr. 5-6, en el barrio de Shöneberg. Suele estar abierto todas las tardes entre las 3´30 y las 7, pero su creador, Roland Albrecht, a veces se ausenta para ir a hacer algún recado y pide a los posibles visitantes que lo esperen, prometiendo volver pronto.
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El recinto del museo esta compuesto por una pequeñísima habitación que puede observarse desde la calle a través de los cristales. Este "dadaistisches Kuriositätenkabinett", gabinete de curiosidades dadaístas, está compuesto por una serie de objetos aparentemente sin historia, tal como los denomina su creador, a los que ha sabido escuchar con paciencia y atención, a fin de que le narrasen su peripecia particular. A partir de ahí, Roland Albrecht decidió ponerlos por escrito en unas fichas que aparecen junto a los objetos inauditos de su colección. En la contraportada del volumen dedicado a esta sorprendente colección puede leerse: "Este hombre da respuesta a preguntas que el mundo todavía desconoce". Es evidente que Dadá sigue vivo en esta hermosa calle del barrio de Schöneberg, situada no lejos de donde nació Marlene Dietrich.
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En este momento el museo, a pesar de su minúscula dimensión, muestra una exposición dedicada a August Leopold Crelle (1780-1855), el arquitecto, ingeniero, matemático y publicista que da nombre a la calle. Hijo de un agricultor, y de formación autodidacta, en 1815 fue nombrado consejero de obras públicas, de urbanismo, diríamos hoy; y en 1827, miembro de la Academia de las Ciencias. Entre 1816 y 1826 trazó las concurridas avenidas prusianas. A partir de sus bocetos, se construyeron los primeros ferrocarriles que conectaban Potsdam con Berlín. Y entre 1828 y 1848 trabajó de funcionario en el Ministerio de Cultura prusiano, para luego abandonar el servicio al estado. Fue también el responsable de la aparición, en 1826, del primer diario matemático en lengua alemana, el Journal für reine und angewandte Mathematik, conocido también como Crelles Journal, desarrollando además una tabla de cálculo. Este ilustre vecino y ciudadano, a partir de los años 20 del siglo XIX vivió en Shöneberg, al final de la Potsdamer Straße.
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* Fotos de Gemma Pellicer.
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miércoles, 21 de octubre de 2009

Pro acercanza, 22

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"24 horas"
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El garito ese estaba abierto las 24 horas, menos mal, de lejos las luces hacían pensar en una clase de nave espacial que hubiera aterrizado allí, junto a la estación de tren, aprovechando el silencio de la noche, la oscuridad y el que a esas horas, cualquier historia es plausible. El 24 enorme, un fluorescente de color rojo intenso, un tamaño casi descomunal, pero nada desproporcionado en la etérea pantalla negra y gigante que lo rodea. En realidad no es una pantalla, sino el espacio, el cielo con sus constelaciones, sus agujeros negros y todo eso, lo que se ha descubierto y lo que queda por descubrir. Desde dentro la luz blanquecina, poco piadosa, cruel, bajo la que los cuerpos parecen desaparecer absorbidos por esa ley física que habla de la descomposición de la luz o algo así, Angie piensa en el laboratorio y en un experimento antes de cruzar hacia allí.
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Cuando entra, ve a varios tipos enormes con unos brazos que son casi tan anchos como los muslos de Angie, incluso casi podría decir que como sus dos muslos juntos, unidos, atados con una cinta métrica, así apretaditos darían el grosor de esos bíceps. Llenos de tatuajes, también, los antebrazos y, supone Angie lo demás, lo que queda debajo de las camisetas negras y ajustadas que marcan músculos existentes sólo en las clases de anatomía, corazas. Vozarrones graves, risotadas, todo muy teatral. Asustan un poco, esos tipos duros, pero duros de verdad, no de una novela o de una película, sino allí, en aquel garito junto a la estación de tren, en la ciudad paralela a la dormida, en la ciudad extranjera, la que habla un idioma que Angie apenas entiende, con el que apenas se defiende. Ella sólo quiere yogurt, yogurt de vainilla, para ser exactos, esa es la razón por la que ha llegado hasta allí, lo reconoce. Extraña, pero cierta, son las necesidades de azúcar que marcan su ritmo. Científico. Los tipos duros sonríen o quizá se están riendo, algo infantil les habrá sonado lo de su yogurt y su hablar entrecortado, primitivo, pre-humano dijo alguien, le gustó, podría haberse reído de sí misma, pero no lo hace por miedo a que piensen que se burla de ellos, y eso jamás. La dejan pasar, se apartan hacia los lados y ella camina como un pequeño insecto entre una hilera de bloques grises de hormigón buscando desesperado su alimento, con la cabeza agachada, mirándose con interés las puntas desgastadas de los zapatos, sintiendo la acercanza amenazante de esas moles bajo cuyo voluntad ella podría desaparecer instantáneamente. Llega hasta el mostrador de los yogures, se pregunta qué absurdo capricho es éste, romper la ley que separa los mundos, qué extravagancia ésta de salir por la noche a buscar un yogur de vainilla, algo que no le pareció nada descabellado cuando se levantó de la cama, se puso los pantalones, la camiseta, los zapatos, cogió el dinero. El dinero, el que lleva en el bolsillo del pantalón, arrugados los billetes por su mano ansiosa, ya no le parece de lo más normal lo que ha hecho, quizá tengan razón sus amigos con eso de que está algo chalada. Casi ni ve, le cuesta concentrarse, sólo mueve los ojos de un lado a otro, sin fijarlos, nota el frío de la máquina que provoca una extraña rigidez en sus dedos, o será su cerebro que está empezando a encogerse, como dicen que puede hacer cuando recibe un golpe. Encuentra el yogur, lo reconoce por la flor de la vainilla que aparece en la etiqueta, no tanto por las letras, y se permite una pequeña sonrisa. Ahora le queda la vuelta, el regreso, lo más difícil, se puede convertir en una odisea, depende de los dioses, una tontería, eso está claro, porque ella no cree en los dioses, sí en las naves espaciales, es evidente, y en las leyes físicas, eso es innegable, científico, científico, científico, murmura como un talismán protector. Llega hasta la caja, los dedos enormes del cajero parece que van a reventar las teclas cada vez que las pulsa, como si tuviera que terminar con una plaga de bichos negros empeñados en resurgir y correr por el teclado burlándose de su falta de precisión. Estaría dispuesta a ayudarle, como muestra de su buena fe, de su sincera voluntad de paz. Los otros a su espalda ríen, ella callada, muda. Se gira para salir, vuelven a hacerle un pasillo, se le ocurre que quizá debió coger dos yogures, uno en cada mano, como si fuesen armas defensivas, el yogur de vainilla más poderoso del mundo. ¿Se llaman puños americanos? Le suena algo así. Imagina sus frágiles vidrios chocando contra esos pechos de acero. Y el dulce olor de la vainilla esparcido, ofreciendo su protección matinal. Sólo faltaría el aroma del café. Lo mejor sería atinar en la cabeza, aturdirlos así y aprovechar para huir. Muy cobarde, pero muy eficaz, para qué andarse con tonterías, es la hora de la verdad, ha llegado.
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Ha cruzado la calle, se gira, la luz los reabsorbió.
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* María Castro nació en Madrid en 1969 y tiene dos hijos. "En mis ratos libres, nos confiesa, además de trabajar en algo muy aburrido, he escrito dos novelas y un libro de relatos inéditos, así como un poemario, De Tierra. Soy miembro fundador de la Asociación Cultural los Musicantes de Sextante (sé que suena a ripio, pero cuando un amigo me recordó que el sextante sirvió de guía durante siglos a muchos navegantes, me pareció apropiado), en la que nos esforzamos fundamentalmente, por acercar a los niños a la música a través del canto coral (http://www.actividarte.blogspot.com/)".
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martes, 20 de octubre de 2009

Carta abierta a David Lagmanovich

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Recuerdo que era junio, junio de 2006 cuando nos conocimos. Por cuestiones demasiado personales, que vos conocés bien, yo tenía días en que detestaba Tucumán y todo lo que me hiciera pensar en esa provincia. Estaba dolido, pero también un poco ciego.
Y fue en Buenos Aires, tierra que había elegido como propia, donde supe que uno de los escritores más queridos y admirados de la microficción, género que yo adoraba, era tucumano. Eras vos.
Fuiste, sin saberlo, el primer eslabón de una larga cadena que volvería a unirme con mi provincia natal, a reconciliarme con ella. No olvido que cuando terminó aquel encuentro de microficción, del que eras presidente honorario, fue para mi imposible no admirarte, no tenerte simpatía.
¿Vos te acordás de quién nos presentó? Creo que fue Ana María Mopty, que fue mi profesora en el secundario. En esa època, durante los recreos, con mis compañeros debatíamos largamente sobre qué piernas valían más, si las de Maradona o las de Ana María. Pero bueno, eso da tema para otra carta.
El caso es que nos presentaron y vos, en ese tono tan cordial que tenés, me dijiste muy amablemente que te habían gustado mis textos.
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No te miento. Yo pensé que era simple cortesía, un gesto oportuno de caballerosidad de tu parte. Andando el tiempo, aprendí que nada lo decís por simple cortesía o con el objetivo de agradar, que sos transparente, que sos espontáneo, tan verdadero como tu sonrisa de niño atrapado en el cuerpo de un adulto.
Era junio y hacía frío en Buenos Aires. ¿Te acordás? Cuando salimos a la calle, ya en el momento de la despedida, me dijiste: Cuando andés por Tucumán, llamame. Llamame y tomamos un café.
Un hombre de tu jerarquía es alguien ocupado, yo lo sabía, y por eso volví a pensar que era una muestra de consideración hacia mí, lo que llamamos buenos modales. Tantas veces uno se despide de las personas diciendo lo mismo y nunca más se las vuelve a ver…
Pero para mi sorpresa hubo un café compartido al pasar por Tucumán. Hubo un segundo, y otro, y otro más. Tu imagen, el conocimiento que yo tenía de tus muchas actividades y de tus tantos logros, me imponían el respeto casi temeroso que separa a un escritor joven de otro ya consagrado.
Medía y modulaba mis palabras y mis opiniones, poniendo especial cuidado en no meter la pata, pues no solamente nos separaban los años, sino también una montaña de libros escritos y leídos. Yo quería agradarte, y por eso me cuidaba de no emitir algún juicio poco razonable respecto a cualquier tema del que estuviésemos hablando. No sabés qué miedo tenía de decir algo tonto.
Hoy sospecho que en aquel entonces quizás advertiste ese temor en mí, y por eso, desde el principio, me trataste como un igual, primero como un colega, y al poco tiempo como un buen amigo.
Por fortuna, entre nosotros ya no hay solemnidades de por medio. Eso me permite disfrutarte. Me hace feliz poder hablar con vos de literatura y de los más diversos temas, hasta incluso de mujeres, aunque ya te habrás dado cuenta que es un tema que me ocupa y me intriga mucho más a mí, porque mal que les pese a muchas, vos estás casado.
Para el final te diré, y ya hablando bien en serio, que si algo me queda por lamentar, es que esta amistad que tenemos no haya comenzado antes. Digamos, unos 15 años atrás, que es el tiempo en que subí a aquel tren rumbo a Buenos Aires deseando ver Tucumán por última vez.
La capital porteña me ha tratado bien. No me quejo. Pero quizás, influenciado por vos, me hubiese ahorrado de leer cientos de libros que no me servirían para nada, entre ellos varios de redacción periodística, que vos hubieses resumido a la perfección con unos pocos trucos y consejos… Hubiese recorrido mejores caminos para mi formación literaria… Y por sobre todas las cosas, hubieras despertado en mí mucho antes el deseo de ser una mejor persona, porque mirándote a vos he comprendido que no alcanza con no salir a robar o a matar para ser una persona de bien, que la cosa es mucho más complicada.
De esta amistad, David querido, quien gana más soy yo, porque mi vida se ha enriquecido al tenerte cerca. Y mi forma de agradecerte será simple: tratar de que te lean, de que conozcan tu vida, que se sepa de tus orígenes humildes y de tu lucha por educar, por brindar eso que tanto amamos, que es el conocimiento.
Yo te aseguro que esos chicos de pies descalzos y caras sucias que hoy viven en Tucumán, algún día conocerán tu historia, tus obras. Y así sabrán que el arte nos iguala, que se abre camino allí donde sólo hay privaciones y obstáculos. Así sabrán que nadie puede quitarles el derecho más grande de todos, que es el derecho a soñar.
Con mi sincera amistad,
Orlando Romano

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* Esta carta fue leída en el congreso de Rosario (Argentina), dedicado al microrrelato, como un Homenaje que se le tributó al maestro David Lagmanovich, con quien todos los que nos dedicamos al estudio de este género estamos en deuda. Entre sus libros destacan El microrrelato. Teoría e historia (Menoscuarto, 2006) y La otra mirada. Antología del microrrelato hispánico (Menoscuarto, 2005). Orlando Romano es conocido por los lectores de este blog, por sus reflexiones teóricas y por sus textos narrativos brevísimos.
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lunes, 19 de octubre de 2009

JUAN ARMANDO EPPLE

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5 microQuijotes
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"Razones son amores"
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Alonso Quijano, rechazado por la molinera de la aldea, decidió terminar sus días lanzándose contra el molino de viento. Al verlo tan maltrecho el bueno de Sancho, que algo sabía de amores, le puso unas compresas al destartalado hidalgo, inventó la aventura de los gigantes y lo demás es historia conocida.
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"Nombres propios"

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Influido por la lejanía o la nostalgia, Sancho le describía a su amo las bondades de una molinera del pueblo, pensando en Teresa. Don Quijote, que bien recordaba a Teresa desde aquella cena de despedida, cuando el bueno de Sancho se quedó dormido abrazado a la armadura que había prometido limpiar, se dedicó a describirle las bondades de Dulcinea del Toboso, esperando que Sancho la identificara con la molinera.
Teresa se extrañaba después cuando, en la efusión amorosa, don Alonso Quijano la llamaba Aldonza, pero entendía que los hombres, cuando viajan muy lejos, no sólo extravían la ruta, sino también los nombres.
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"Don Aldonzo"
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Cuando don Quijote supo que Aldonza Lorenzo venía a visitarlo, se fingió cuerdo y anunció que desde hoy en adelante se llamaba Alonso Quijano. En los nidos de antaño no hay pájaros de hogaño, dijo. Sancho anunció alarmado que su amo se negaba a salir a correr nuevas aventuras. Pero Aldonza entendió otra cosa.
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"El arte del realismo"
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Dos hombres descomunales les cerraron el paso, blandiendo sus lanzas como aspas de molino. Sancho se escabulló entre las piernas de uno de los gigantes, pero su amo recibió un golpe de refilón que lo lanzó por los aires. Después decidió cambiar la versión de los hechos. Si no lo hago, se dijo precavido, van a pensar que el loco soy yo.
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"Por unos dólares más"
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Cervantes cuenta que el viejo hidalgo era asistido por “un mozo de campo y plaza que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera”. Marco Denevi reparó en que este personaje nunca más se menciona en la novela. Algún lector del siglo XIX sugirió que el hidalgo había sorprendido al mozo con la sobrina y lo expulsó de la casa. Pero la explicación verdadera ya la conocía Cide Hamete, quien decidió eliminarlo del libro por una razón valedera: don Alonso Quijano le había ofrecido al mozo el puesto de escudero, pero este rechazó la oferta porque no incluía paga extra. El mozo perdió una oportunidad de ser conocido por los siglos venideros porque no sabía que la fama puede atraer dinero a veces, pero no a la inversa.
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* Juan Armando Epple (Osorno, Chile, 1946) es profesor en la Universidad de Oregón (Estados Unidos) y uno de los mejores conocedores del microrrelato hispanoamericano, y en especial del chileno, materias a las que le ha dedicado varias antologías, como Brevísima relación. Nueva antología del microcuento hispanoamericano (Mosquito, Santiago de Chile, 1999) y Cien microrrelatos chilenos (Cuarto propio, Santiago de Chile, 2002). Es autor, además, de una recopilación de MicroQuijotes (Thule, Barcelona, 2005) y de un excelente libro de microrrelatos, Con tinta sangre (Thule, 2004). De estas cinco piezas que ahora publicamos, los dos últimas son inéditas y forman parte de su nuevo libro, Para leerte mejor y otros prodigios, todavía sin editor.
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* Los cuadros son de Salvador Dalí.
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domingo, 18 de octubre de 2009

Presentación de Rosa Ribas

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Cenando anoche con unos amigos españoles que trabajan en Berlín, nos hablaron de una escritora española que estaba teniendo un cierto éxito en Alemania, pues parece ser que había vendido unos 10.000 ejemplares de su última novela, aunque la presentación de su último libro en una librería de Berlín, editado por Suhrkamp, tuvo que suspenderse por falta de público. Lo mismo que se suspendió, por esas mismas fechas y en ese mismo lugar, la presentación de otro libro de la que sería pronto Premio Nobel, Herta Müller, vecina, por cierto, de mi barrio.
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De Rosa Ribas no había oído hablar nunca, pero hoy mismo aparece una crónica de Sergio Vila-Sanjuan, desde la Feria de Frankfurt, en el diario La Vanguardia en la que nos presenta a la escritora. Rosa Ribas nació en El Prat de Llobregat, en 1963, estudió Filología en la Universidad de Barcelona y en 1991 se instaló en Berlín, donde daba clases de español. Los padres de su marido, un alemán diseñador de programas informáticos, con quien vive ahora en Frankfurt, son los editores de Reichenberger, que tienen en su catálogo las obras de Calderón, además de numerosos estudios sobre literatura española. Hasta el 2006 no apareció su primera obra de ficción, la novela histórica El pintor de Flandes (Roca), título que recuerda demasiado al de Pérez Reverte. Y de ahí pasó al thriller. "Cuando tuve la idea para Entre dos aguas (Umbriel), le confiesa al periodista de La Vanguardia, vi que el personaje de Cornelia daba de sí, y decidí dedicarle un ciclo de cinco novelas que permitieran ver cómo evoluciona ella y su entorno personal y familiar". Uno de los temas que más le preocupaban era el de la identidad. "Intento mostrar que la identidad no es algo que uno escoge, sino también una expectativa que los demás te crean". Al llegar a Frankfurt, Ribas empezó a frecuentar los círculos de la emigración española, entrevistó a los mayores y sus historias están en la base de su trabajo. "La emigración española a Alemania de los años sesenta fue en general bien recibida -le cuenta a Vila-Sanjuan-, a diferencia de los italianos, de los que se pensaba que habían traicionado a Alemania en la Segunda Guerra Mundial. La integración de estas dos comunidades también ha sido muy diferente. El de los españoles es un discurso de éxito, te explican que a su llegada lo pasaron muy mal y tiraron adelante en condiciones muy duras, pero a cambio han conseguido que sus hijos pudieran estudiar en la universidad y colocarse unos pasos por delante de ellos. En cambio, el objetivo de los italianos es que la familia permanezca unida, y por eso en Frankfurt abundan pequeños negocios de italianos en los que todos participan". Por lo que se refiere a la literatura de género que cultiva, aclara que el género policiaco le permitía abordar esa temática, sobre la que sorprendentemente se ha escrito muy poca literatura, de una forma atractiva para el lector, opinión más que discutible. Ahora ha concluído una nueva novela ambientada en Barcelona y está a punto de ponerse a escribir la tercera de la serie, protagoniza por la comisaria Cornelia, "que transcurre en el aeropuerto de Frankfurt, microcosmos fascinante, con un tema de tráfico de drogas de por medio". Los amigos con los que cenábamos anoche, que conocían sus libros, tenían una opinión dispar de cada uno de ellos. Por mi parte, me conformaría con que fuera una narrativa de entretenimiento hecha con dignidad, que no es poco, aunque lo de la dignidad literaria sea algo cada vez menos frecuente.
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Jornadas sobre el microrrelato en Rosario (Argentina), por Antonio Cruz

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El 9 y 10 de octubre pasado se realizaron en la ciudad de Rosario (Argentina), las III Jornadas Nacionales de Minificción. La minificción en español y en inglés, organizadas por la Universidad del Centro Educativo Latinoamericano (UCEL). Dicho evento, dedicado a generar un espacio de reflexión y debate acerca del microrrelato, género literario que, a pesar de ser una forma textual milenaria, ha tomado un impulso extraordinario en los últimos años, tuvo como sus principales impulsoras a Stella Maris Colombo, Graciela Tomassini y diferentes integrantes de UCEL.
Participaron de las jornadas autores, críticos y académicos entre los que podemos destacar a Laura Pollastri, Raúl Brasca, Rogelio Ramos Signes, Paulina Bermúdez, que llegó desde Chile, Sandra Bianchi, Orlando Romano, Alejandro Bentivoglio, Julio Estefan, Ana María Mopty, María Eugenia Godoy, Mónica Cazón y Eugenio Mandrini, entre muchos otros.
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Es innegable que en los últimos tiempos se ha producido un notable incremento en la escritura y lectura de este tipo de textos y que, aparentemente, su punto culminante aún está por llegar por lo que el microrrelato, tal como sostienen estudiosos y críticos, ya se ha ganado un lugar como género literario independiente.
Se atribuye a William Faulkner la afirmación de que la finalidad última del escritor es reducir la existencia humana a una simple oración. Podemos deducir entonces que una de las mayores aspiraciones de los escritores a lo largo de la historia ha sido llegar a lo esencial por el camino de la brevedad, dicho de otras maneras alcanzar la síntesis expresiva.
Su divulgación, en casi todo el mundo, ha superado con creces las expectativas más optimistas de la industria editorial y ha adquirido una presencia muy importante en Internet, tanto en las culturas de lengua hispánica cuanto en las anglófonas.
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Durante las jornadas hubo ponencias acerca de las dificultades que plantea la traducción como reescritura y se reflexionó acerca de la crítica, la producción de estudios comparativos y el intercambio de experiencias y proyectos relacionados con la enseñanza y aprendizaje de la literatura y las lenguas.
En un ambiente cordial y distendido los asistentes pudieron debatir acerca de los temas agendados y se pudo escuchar textos de minificción de boca de sus propios autores.
Este tipo de eventos, que cada día se multiplican más, ayudan a escritores y estudiosos a mantenerse actualizados y en constante investigación acerca de este género tan particular y proteico.
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* La crónica me la manda Antonio Cruz, argentino de Santiago del Estero, que es médico y autor de microrrelatos.
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sábado, 17 de octubre de 2009

El Nacional de Narrativa trae colita...

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Parece ser que el Nacional de Narrativa trae cola, bueno, sólo colita... En un disparatado artículo, publicado el jueves en La Voz de Galicia, titulado pomposamente "Obtener el éxito no es igual que merecerlo", se cuestionan los méritos del ganador. Para que su denuncia tuviera algún fundamento, su autor tendría que ser una autoridad en la materia, o -al menos- haber leído los libros que aspiraban al galardón, incluido el de Kirmen Uribe y el del escritor en catalán Joan F. Mira, que llegó hasta la votación final. Pero como me temo que no ha sido así, su opinión vale poquito. ¿Cuáles son, entonces, los argumentos que maneja? Lo cierto es que resultan peregrinos. Así, por ejemplo, se pregunta cómo una traducción remitida a los miembros del jurado sólo dos meses antes, pudo ganar frente a libros de autores "tan consolidados", los llama él, como Ana María Matute, Juan Goytisolo, Enrique Vila-Matas, José María Merino o Baltasar Porcel. Pues, muy fácilmente, teniendo más votos. Y si nos ponemos idealistas, como me gusta a mí, siendo mejor. ¿Por qué no concederle esa posibilidad, ya que no lo hemos leído? Excepto el del ganador, conozco el resto de los libros de los autores citados, lo que significa que no podría dar mi opinión acerca de si el premio ha sido justo. En cualquier caso, tampoco son los libros narrativos que menciona los mejores del año; antes bien, lo serían los de David Trueba, Ricardo Ménendez Salmón, Isaac Rosa y José Antonio Garriga Vela, aparte del de Merino, que sí aparece citado. A los que habría que añadir sus equivalentes en gallego, catalán y vasco, que no me siento autorizado para valorar, por desconocimiento. Y ésta no es sólo una opinión mía, sino la generalizada entre los expertos en la materia, que también pueden equivocarse, pero -reconozcámoslo- algo menos que los que la desconocen. El caso es que el autor del artículo sólo parece guiarse por los nombres que suenan y con ese criterio es difícil aducir algo sensato. Por ejemplo, la última novela de Juan Goytisolo me parece una de las más inocentonas y aburridas que he leído en muchos años, algo que ya no puede sorprender a nadie que siga la narrativa española, acolitillos aparte, que nunca le faltan al exigente autor de Señas de identidad. Pero lo más sorprendente del artículo de La Voz de Galicia surge cuando sentencia: "Lo dicho, muy rara una victoria de un debutante frente a tamaña pléyade de maestros del párrafo". En fin, no estaría de más recordarle que otros "maestros del párrafo" perdieron en su momento galardones tan importantes como éste, el Premio de la Crítica, frente a debutantes como eran entonces Eduardo Mendoza, Luis Landero o Eduardo Lago. Sí queda clara una cosa y es que los miembros del jurado, me lo confirman algunos de ellos, dispusieron de la traducción del libro de Kirmen Uribe. Lo único raro en todo este asunto, por tanto, es que en un periódico tan serio se le permita escribir con tanto desparpajo como arbitrariedad a alguien que nada parece saber sobre la materia. Va siendo común que la literatura sea ya como el fútbol, los toros o los d´js, sobre los que todos creemos tener una opinión valiosa. Y ya saben que en la posmodernidad, tan tontorrona ella, todo vale lo mismo, se ponga como se ponga nuestro modelno de guardia, el señor Verdú.
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viernes, 16 de octubre de 2009

Pro acercanza, 21

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"Cumpleaños feliz"
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"[...] El último jueves [a Antonio Mingote] lo felicitamos todos, anticipadamente, por esta llegada triunfal a los noventa y, en el curso de la sesión, analizamos y discutimos la palabra acercanza, que aparece en el DRAE como voz antigua con el significado de «proximidad, relación» y, efectivamente, desapareció a finales del siglo quince, su última aparición escrita es de 1494. Toda voz que no haya llegado al siglo dieciséis, que no esté documentada en los clásicos, debe ser tratada por el diccionario histórico, claro esta, pero desaparecer del actual para aligerarlo, para hacer sitio a la riada de neologismos que van llegando y se van haciendo usuales en el intercambio cotidiano. Lo recuerdo y propongo su eliminación, pero los escritores presentes (Arturo Pérez-Reverte, Javier Marías, Francisco Brines, Emilio Lledó) se han enamorado de ella, les parece sugestiva y susceptible de ser usada, de entrar en competencia con cercanía o proximidad e introducir algún matiz diferenciador que ahonde en el significado y piden su indulto. Si ellos son capaces de revitalizarla, de reintroducirla en la lengua en las próximas semanas, sus textos la justificarán y, por supuesto, la salvarían. Se aplaza, pues, la ejecución de la sentencia. Antonio, que también está con ellos y dispuesto a cooperar en la conservación, me dice: «¿Cómo estamos tú y yo? En acercanza. ¿En qué se ha apoyado nuestra amistad de años? En la acercanza académica». Me convence [...]".
Gregorio Salvador (Abc, 17 de enero de 2009)
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* Este artículo, sobre la acercanza, me lo remite Puerto Gómez. Aprovecho la ocasión para darle las gracias públicamente. En el interesante blog Falsa memoria también se han ocupado de la palabra acercanza, recordándonos, además, que Javier Marías la ha utilizado ya en sus artículos: http://memorioso.wordpress.com/2009/02/06/pro-acercanza/#comments....

jueves, 15 de octubre de 2009

Kirmen Uribe: Premio Nacional de narrativa

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A veces los premios sirven para que podamos conocer un libro, ampliando su público, lo que sigue pareciéndome la excusa más razonable para su pervivencia. Y eso parece que va a ocurrir con la obra del escritor vizcaíno Kirmen Uribe, Bilbao-New York-Bilbao (Ed. Elkar), que acaba de obtener el Premio Nacional de Narrativa, dotado con 20.000 euros, que concede el Ministerio de Cultura. Este afortunado texto, definido por su autor como novela, ensayo y libro de viajes, a pesar de haber obtenido el Premio de la Crítica, el pasado mes de abril, no había encontrado editor en castellano, aunque parece ser que en las últimas horas le han salido ya varios pretendientes. Para que luego digan, dineritos aparte, que los premios no sirven para nada. Lo que resulta curioso es que algunos de los que piensan así no hayan dejado de concursar, como se decía antes. Claro que la coherencia no parece ser uno de los rasgos más sobresalientes de la tontorrona posmodernidad.
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Kirmen Uribe (1970) escribe poesía (en castellano lo ha publicado Visor, espero que sin las habituales erratas) y novela en lengua vasca, habiendo trabajado, además, como profesor, traductor y guionista. Pero, en el conjunto de España, su nombre empezó a sonar con el Premio de la Crítica; por el poema que leyó el lehendakari Patxi López durante su investidura, quien podría haberse evitado el artículo de hoy en El País, con el que le ha hecho un flaco favor al escritor, y por haber publicado en una revista tan prestigiosa como The New Yorker. Nada de ello parece haber sentado bien a sus colegas abertzales, quienes a veces comen, pero no siempre permiten que los demás lo hagan según su gusto. Es la tercera vez que este premio recae en un autor que escribe en lengua vasca, tras Bernardo Atxaga, por la excelente Obabakoak (1989), y el modesto Un tranvía en SP, de Unai Elorriaga, que se lo ganó nada menos que a Romanticismo, de Manuel Longares, para vergüenza del jurado.
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En esta ocasión, el jurado, con algunas presencias incomprensibles, estuvo presidido por Rogelio Blanco, y formado, además, por Mónica Fernández, subdirectora general de Promoción del Libro, José Luis Borau, Xose Luis Axeitos, Jon Kortazar, Àlex Broch, Andrés Sorel (quien ha solicitado en varias ocasiones la desaparición del premio, lo que para él no parece resultar incompatible, por lo visto, con el hecho de formar parte del jurado una y otra vez), Ramón Loureiro, Camilo José Cela Conde, Marco Schwartz, Alicia Giménez ¿Bartlet? y Vicente Molina Foix. También tenía que haber estado con ellos Juan José Millás, pero no acudió a la cita. Y, por cierto, recuerdo para las mal pensadas que el jurado tuvo a su disposición la traducción completa de Ana Arregui, que espero poder leer pronto.
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* P.D. El libro lo publicará en castellano Seix Barral......
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miércoles, 14 de octubre de 2009

JOSÉ MARÍA MERINO

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-----TRES MINICUENTOS
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-----"Divina acercanza"
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He venido a vivir a esta casa, de la que es dueño, o dueña –porque su ancianidad, su larga melena blanca y su estrafalaria túnica o chilaba, no me han permitido distinguir su sexo- el ocupante del piso de al lado. Sé que tiene muchos animales: un perro que a menudo lleva de paseo, gatos, un loro que repite: Cantad a Jehová canción nueva/ cantad a Jehová toda la tierra, y una pecera enorme que a veces he podido atisbar al fondo del pasillo, en un entreabrir de puertas del chico y la chica que son sus sirvientes. Esta noche, al regresar a casa, me encuentro con ella, o él, y su perro. Voy a sacar la llave del portal, pero extiende la mano y la cerradura se abre sola. Dice luego “Luz”, y se encienden las bombillas del portal. Levanta un brazo ante el ascensor, y éste baja y abre sus puertas. Cuando llegamos a nuestro piso, vuelve a alzar la mano, la puerta de su casa se abre sola también, y el vestíbulo se ilumina. Veo que hay más animales de los que yo pensaba, pues por el suelo del pasillo se escabulle el cuerpo de una gran serpiente. “¡Qué aburrida es la eternidad!” exclama, antes de que la puerta se cierre a sus espaldas.
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-----"La tacita"

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He vertido el café en la tacita, he añadido la sacarina, doy vueltas con la cucharilla y, cuando la saco, observo en la superficie del líquido caliente un pequeño remolino en el que se dispersa en forma elíptica la espuma del edulcorante mientras se disuelve. Me recuerda de tal modo la figura de una galaxia que, en los cuatro o cinco segundos que tarda en desaparecer, imagino que lo ha sido de verdad, con sus estrellas y sus planetas. ¿Quién podría saberlo? Me llevo ahora a los labios la tacita y pienso que me voy a beber un agujero negro. Seguro que la duración de nuestros segundos tiene otra escala, pero acaso nuestro universo esté constituido por diversas gotas de una sustancia en el trance de disolverse en algún fluido antes de que unas gigantescas fauces se lo beban.
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-----"La otra casa"

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Para Fernando Valls

Me he despertado en una habitación extraña, en una cama muy dura donde estoy yo solo, cubierto simplemente por una colcha de tejido grueso, y he intentado buscar sin éxito el interruptor de la lámpara de la mesita. Por la ventana, a través de unos visillos de enormes bordados, intenta penetrar una luz sin fuerza que parece venir de muy lejos. No soy capaz de encontrar las zapatillas y, descalzo, busco casi a tientas la puerta de esta habitación desconocida. A la luz también muy endeble de otra ventana, descubro enfrente la puerta del cuarto de baño, denunciado por los bultos blanquecinos de sus sanitarios. Tampoco hallo el interruptor y llego a tientas hasta el retrete, donde orino con ganas, para descubrir inmediatamente en mis pies la humedad caliente de la orina que, al parecer, el retrete no retiene. La luz que atraviesa los visillos de las ventanas se hace más clara repentinamente, cojo una toalla y me acerco al bidé para lavarme los pies, pero los grifos no funcionan y además el bidé se mueve porque no está unido al suelo ni conectado con tubería alguna. Me seco y salgo. A la izquierda, perpendicular al eje de la puerta del dormitorio y del cuarto de baño, vislumbro una escalera sin balaustrada cubierta por una alfombra roja. Tras atravesar un breve y estrechísimo pasillo, desciendo por unos escalones desproporcionadamente altos, hasta llegar a un salón atiborrado de muebles, en cuya mesa las piezas de una vajilla, vasos y cubiertos, parecen estar preparadas para algún servicio, acaso el desayuno. Tengo mucha sed y, en una puerta frontera, esa luz amarillenta que ha llegado de improviso desde el exterior me permite encontrar la cocina. Me acerco al fregadero para llenar el tosco vaso de plástico que he recogido de la mesa del comedor, pero los grifos, unos extraños y burdos artilugios, tampoco funcionan, y mis esfuerzos hacen que el fregadero se mueva y pueda comprender que tampoco está sujeto a la pared ni conectado a ninguna tubería. Todo me va pareciendo utilería endeble que amenaza con suscitar borrosamente en mí el recuerdo de un espacio concreto. De repente retumba en lo alto un trueno súbito, una voz que voy descifrando poco a poco y que parece transmitirse a través de un altavoz enorme, a la que otra contesta. “¿Papá? Yo no he visto a papá”, dice mi hija María. Me acerco a una ventana y las veo alzadas sobre mí como gigantes, dentro de una habitación que, sin duda, es el salón de mi casa, preparadas para marcharse, Mari Carmen con la cartera al hombro, mis hijas vestidas con sus uniformes colegiales. “Se habrá ido ya”, dice Ana. “Cuando me desperté no estaba en la cama y tampoco ha desayunado”, añade mi mujer, extrañada, antes de decir que se va a hacer tarde y que hay que salir deprisa para el colegio. Comprendo entonces que estoy encerrado en la casa de muñecas. A la sed se va juntando mucha hambre, pero no consigo adivinar cómo recuperar la normalidad. A la hora de la comida mi mujer me echa de menos y descubre que mi ropa está en el dormitorio, que no me he vestido, que falta mi pijama. Llama a un compañero de la oficina y, al saber que no he ido a trabajar, se muestra cada vez más confusa, mientras telefonea a amigos sucesivos. La casa vuelve a quedarse sola por la tarde, y la sed y el hambre me martirizan, mientras recorro las estancias de este juguete, muchos de cuyos muebles he ensamblado yo mismo, como he construido los falsos libros de la biblioteca, los cuadros y los bibelots. Cuando mi mujer y mis hijas regresan, ella está alarmadísima, habla con otros miembros de la familia, decide avisar a la policía. Casi todo esto transcurre en otra habitación y yo apenas puedo comprender las conversaciones. Ya de noche cerrada, decido acostarme en esta cama extraña y permanezco ahora esperando el sueño, si es que esto no es un sueño, intuyendo que solamente un nuevo despertar puede devolverme a mi casa de verdad.
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* José María Merino es poeta, narrador y ensayista. Su última novela se titula La sima (Seix Barral, Barcelona, 2009). Estos microrrelatos son inéditos. Con el primero, además, se suma a la campaña Pro acercanza.
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* En la primera foto, tomada en Münster por Gemma Pellicer hace un par de semanas, aparece José María Merino, en el centro, con el escritor Fernando Aramburu, a la izq., y un profesor desconocido. La segunda foto es de la casa de muñecas que tanto protagonismo tiene en su novela El heredero, y la tercera imagen es una caricatura del autor, obra del gran Vázquez de Sola.
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