jueves, 1 de abril de 2010

Perceval, fotógrafo

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Jesús de Perceval (1915-1985), con el apoyo de Eugenio D´Ors, alcanzó un cierto prestigio como pintor en las primeras décadas de la postguerra española. Ahora, en una exposición del Centro de Arte Museo de Almería, podemos conocer su trabajo como fotógrafo, en realidad -podría decirse- como excelente fotógrafo. Hasta donde yo sé, sólo en otra ocasión se había expuesto su obra fotográfica: en Roquetas, en el año 2005. Esta otra faceta de su creación artística debe entenderse dentro del contexto del prestigioso grupo Afal, del que también formaron parte Pérez Siquier, Cualladó, Masats, Maspons, Terré, etc. Las ochenta y tres fotografías que se exponen, tomadas en los años cuarenta y cincuenta, tratan sobre la vida y el paisaje de La Chanca, barrio al que Juan Goytisolo le dedicaría, años después, un célebre libro. Pero si con alguna estética cupiera relacionarlas, eso sería con la del neorrealismo, que tanto impacto causó a través del cine y la literatura.
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Lo que sorprende de las fotos es la calidad del blanco y negro, los constantes juegos de luces y sombras, o el resol y el contraluz en torno a las modestas viviendas de esta barriada formada, en su mayor parte, por una población gitana. Así, protagonizan estas instantáneas pescadores trabajando con las redes, ancianos cuyos rostros y manos han sido esculpidos por el paso del tiempo, mujeres con insólitos tocados en la cabeza, y hasta una niña pequeña abrazada a un gato como si éste fuera su único tesoro, además de algún perro vagabundo al que vemos corretear. Las miradas de esos niños siempre despeinados parecen observarnos desde un pasado remoto. Sin duda constituyen un micromundo de objetos y de gentes que han sido sorprendidos por el intruso que los fotografía frente a la puerta de sus primitivas viviendas, en mitad de las ruinas de la muralla, cegados por un sol de justicia y el implacable paso del tiempo. Llama la atención el contraste que se establece entre el blanco de la ropa tendida; de las casas con chimeneas gaudinianas y el sol reluciente, con el negro riguroso de las vestimentas de las mujeres que suelen calzarse un cántaro en la cadera para aprovisionar de agua las viviendas. Un decorado con la Alcazaba al fondo en el que sólo despuntan pitas aisladas y alguna que otra palmera, poniendo una coloración verde a tan árido paisaje. En suma, la Historia, la vida, la pobreza y el desgaste inevitable del tiempo. Unos lugares que habíamos recorrido en más de una ocasión, hace demasiados años, y que estas fotos de Perceval traen de nuevo a la memoria, proporcionando a sus protagonistas una dignidad que la vida no siempre fue capaz de concederles.
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