jueves, 15 de abril de 2010

Sobre Joan Perucho, y 2

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Les històries naturals
Novela de Joan Perucho publicada en 1960. Dividida en cuatro partes, narra el viaje, una queste, más bien, que emprende el paladín liberal Antoni de Montpalau, a través de la España convulsa de comienzos del XIX, inmersa en 1837 en los estertores de la primera guerra carlista en el Maestrazgo, “tierra extraña y sorprendente”, comisionado por la tertulia científica de escépticos ilustrados -ya algo tardíos, que se reúne en casa del marqués de La Gralla, en busca del dip, o muy singular vampiro, Onofre de Dip, primo hermano del Comte Arnau-, para acabar con él y proporcionar tranquilidad al pueblo de Pratdip y, después, al inoculado general carlista Cabrera. En la época en que se publica esta novela, su autor trabaja como juez en Gandesa., en la misma comarca en la que transcurre la acción del relato.
Novela no menos sorprendente que Llibre de cavalleries en el panorama de la narrativa catalana, es rechazada no en vano por un editor tan perspicaz como Joan Sales. En esta historia, que transcurre durante la Reinaxença, se mezcla lo real y lo maravilloso. Así, nos topamos en sus páginas con Ferdinand de Lesseps, Georges Sand y Chopin, con el joven Prim y Milà i Fotanals. Pero también aparece en ella una planta carnívora, se habla del curioso “Pesce Cola” de los genoveses, motivo recurrente en su obra, vemos alzarse un globo aerostático, presenciamos nuevos inventos, como el arpa neumática y la flauta liberal; se encuentra una seta gigantesca en forma de falo, nos topamos con pulgas y gusanos gigantescos y con un saurio volador que habla como un loro, y un dip que se presenta en forma de toro, gato, cabra, sombras o bandolero diabólico. En este nuevo mundo de ficción, que tan bien plasma Perucho, se intenta racionalizar (palabra que detesta el autor) la fantasía, y se nos muestra la ciencia contrapuesta a la imaginación poética de los pueblos. Al final, Montpalau acaba con el penar del vampiro, quien –por cierto- le da todo tipo de facilidades, y en su aventura encuentra el amor de Agnès. Igualmente, el escéptico positivista acaba aceptando, en su científica evolución hacia el romanticismo, la existencia en la naturaleza de fenómenos y misterios inexplicables por la razón. Al cuerpo tradicional de la novela se le añade un “Índice onomástico” último (también los encontramos en las novelas de Cunqueiro y, luego, en las de Carlos Pujol), lleno de humor e ironía. Sin embargo, el autor, desalentado por la fría acogida que reciben sus dos primeras novelas, abandona la narrativa, hasta que en 1981 aparezca Les aventures del cavaller Kosmas.
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* Joan Perucho (1920-2003) fue poeta, narrador, articulista y crítico de arte. Escribió en catalán y castellano y en el año 2002 obtuvo el Premio de las Letras Españolas.
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4 comentarios:

Estefanía González dijo...

¿y qué hago ahora con esa definición de "ocioso" que tan al dedo me vino? Porque, por más que la hayas borrado, existir existe. Yo la tengo... a lo mejor si la has borrado es que quieres que desaparezca, que la aniquile, que le eche matarratas, ¡que no exista!

Fernando Valls dijo...

Estefanía, esa entrada se publicó por error, cuando la estaba empezando a hacer. No la había acabado. Saldrá más adelante, cuando esté más o menos satisfecho con el resultado. Pero lo sorprendente es que estuvo publicada no más de tres minutos. En fin, ahora entiendo por qué sentí entonces una respiración en el cogote...

Fernando Valls dijo...

Ahora lo entiendo todo, Estefanía. Si Gijón se ha trasladado a las Antillas holandesas, espero que con con permiso de Jovellanos, Barjola y Ricado MS, todo es posible...

Estefanía González dijo...

ah, si así fuera... pero, si tengo que ser sincera,es mentira -digo la verdad: miento-. Gijón sigue donde siempre. Sólo estuvo un momento en las Antillas Holandesas, unos tres minutos, pero internet tiene estas cosas...