lunes, 17 de enero de 2011

Roma: la cripta de los capuchinos

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Entre las muchas visitas extravagantes que pueden hacerse en Roma, quizás una de las más estrambóticas sea la de la cripta de los capuchinos (nada tiene que ver con la novela de Joseph Roth, que transcurre en Viena), que se encuentra en la Iglesia de Santa Maria della Concezione, situada en la Vía Veneto, frente a alguno de los locales más de moda en los años de la dolce vita, como el Café de París, el Doney´s y el Harry´s Bar. Esta iglesia fue construida en 1630, en el austero estilo impuesto por la Contrarreforma, por el cardenal Antonio Barberini, hermano del papa Urbano VIII. Por cierto, en la misma Via Veneto, sólo un poco más abajo, se encuentra la pequeña Fuente de las abejas, de Bernini, homenaje al citado papa, ya que el emblema de su familia eran dichos insectos. Cripta aparte, quizá lo más sobresaliente de la iglesia sea el cuadro de Guido Reni, "El arcángel Miguel". La leyenda apunta que el diablo a quien le pisa la cabeza el arcángel no es otro que el papa Inocencio X, debido a la poca estimaen que lo tenían tanto el pintor como la poderosa familia del pontífice. Al morir el fundador de esta iglesia, el cardenal Barberini fue enterrado delante del presbiterio, pero no en una gran mausoleo, como era habitual, sino bajo una modesta lápida, en la que puede leerse: "Hic iacet pulvis, cinis et nihil" ("Aquí yace polvo, ceniza y nada").
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La cripta, donde los frailes bajaban a rezar, se compone de cinco estancias independientes, todas ellas decoradas caprichosamente, en sus paredes y techos, con unos 4.000 esqueletos de monjes capuchinos. Esta macabra puesta en escena, un memento mori, fue colocada alrededor de 1631, fecha en la que comenzaron las obras de la cripta, que tardaron en finalizar más de dos siglos, en 1870. Cada una de estas estancias abovedadas, cuya arena fue traída expresamente desde Jerusalén, por orden de Urbano VIII, alberga una decoración distinta, de ahí sus nombres: cripta de la resurrección, de las calaveras, de las pelvis, de las tibias y los fémures, o la de los seis esqueletos. Así, se han aprovechado, digamos, los restos de los monjes, sus esqueletos, para decorar las capillas que adquieren forma de cruces, coronas de espinas, sagrados corazones o crucifijos. Pero quizá la parte más sorprendente sea aquella en la que los restos de los cuerpos de los monjes aparecen rodeados de calaveras amontonadas. A la salida del recinto aparece una inscripción en latín que nos recuerda: "Eres lo que eras. Lo que eres, serás".
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Visitando tan insólitas dependencias no he podido dejar de pensar si, en alguna ocasión, la más célebre de las troupes de Fellini, los Mastroianni, Anita Ekberg, Anouk Aimée, Nico, Lex Barker, Ennio Flaiano, Pasolini, Otello Martelli, Adriano Celentano y Nino Rota, allá por los últimos años cincuenta, se acercaría a este lugar, y qué debieron de pensar ante semejante exaltación de la muerte, ellos, que tanto creían en los disfrutes que les proporcionaba aquel ondulante teatro de la vida que fue la Via Veneto.
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6 comentarios:

FERNANDO CLEMOT dijo...

Un lugar muy macabro, de veras. Huele a humedad, a tierra y a hueso. La persona con la que iba tuvo que salir casi corriendo de allí.En Évora estuve en una capilla parecida pero esta de la Vía Véneto tenía algunos detallitos...

Francesc Cornadó dijo...

Para que luego nos vengan con el tópico de la alegría y el jolgorio de los pueblos mediterráneos.

Salud

Francesc Cornadó

Julia.U dijo...

Sí, Fernando, es una "decoración" caprihosa que no conduce a nada. Que seremos así, pues claro ¿qué mal hay en eso?
Cráneos vacíos, ¡al fin sin pensamiento, sin rebeldía, sin inteligencia pecadora y posiblemente herética! Por tanto, no pienses... Calla de una vez: eres un muerto.
Qué diferencia de otro monumento parecido: zapatos viejos, dentaduras, maletas, tarjetas postales, cartas, libros... Todo lo vivido. Lo que recuerda la vida y mantiene vivos a los que otra parte de la humanidad suprimió pero, qué casualidad, nos habla de otra forma de vida, de valores, de actividades. En otras palabras: merece la pena vivir y la ceniza no es basura (esto último lo dijo Buda)

Carmen dijo...

Es cierto. Impresiona estar allí. Desde fuera no te imaginas lo que te vas a encontrar dentro. Ni siquiera una descripción entusiasta puede sustituir a lo sobrecogedor de estar allí dentro.
Yo pensé la primera vez que entré que es un buen sitio para morir. Si se te cae encima uno de esos esqueletos y mueres, ¡hala, carne de decoración (mejor: huesos)!
Bromas a parte, chapó a la entrada.
Un beso.

Julia U dijo...

Sí, Fernando, la entrada es impresionante. También la serenidad con que la desarrollas. A mí me falta porque no puedo entender el amontonamiento anónimo de seres que fueron únicos.

Joaquín Parellada dijo...

¡Qué casualidad, Fernando! También nosotros hemos estado en otra cripta de los capuchinos estas navidades. En este caso la de Palermo. Allí los cuerpos, vestidos y calzados (y algunos con su pelo y todo) están clasificados en hombres, mujeres, niños, curas y profesionales. Algunos en posición horizontal, otros de pie, colgados de alambres. No menos macabro, aunque también puede tomarse con humor (negro, claro). Por cierto que en el cementerio contiguo están enterrados Lampedusa y su mujer.
Un abrazo, Joaquín