martes, 21 de junio de 2011

Seix Barral cumple 100 años

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Hoy, martes, se inicia el verano atmósférico y concluye el literario con la tradicional fiesta de Seix Barral, que este año cumple 100 añitos. El festejo, que marca el cierre de la temporada, tendrá lugar en la terraza del Museo de Historia de Cataluña  (Palau de Mar, Plaza Pau Vila, 3), a partir de las 8 de la noche. Como dice Nahir Gutiérrez, la eficacísima jefa de prensa de la editorial: ¡hay muchas velas que soplar y habrá chuches!
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La auténtica Seix Barral, la editorial literaria que hoy conocemos, empezó realmente en 1950, con la incorporación de Carlos Barral a la empresa familiar, completando un trío que será fundamental en el desarrollo posterior de su andadura, junto a Víctor Seix, gerente desde 1957, y Joan Petit, a quien Laureano Bonet denominó "maestro oculto", el cual se incorporó a la empresa en 1939, tras ser represaliado por los vencedores en la guerra. En el momento en que también se sume a ellos Jaime Salinas, tendremos en juego a todos los actores de la no sólo más importante editorial literaria española entre 1955, cuando aperece el primer volumen de la Biblioteca Breve, y 1970, sino también la que adquiere una dimensión más internacional, sólo igualada posteriormente por la Anagrama de Jorge Herralde.
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En el volumen no venal, editado para celebrar la conmemoración, Seix Barral. Nuestra historia (1911-2011), destaca el trabajo de Manuel Llanas, quien cuenta los orígenes de la casa, mal conocidos hatas ahora, que empezó siendo un taller de artes gráficas, hasta su refundación, aunque en medio de su relato -sin venir mucho a cuento, como aprovechando la oportunidad para hacer patria (pp. 12-15)- nos cuente la historia del libro infantil y juvenil catalán, menos mal que de forma resumida. Tiene razón Llanas, en cambio, cuando le reprocha a Carlos Barral la escasa generosidad que muestra cuando juzga a sus antecesores, puesto que como se pone de manifiesto en su trabajo, la labor que llevaron a cabo fue muy importante, al contar con colaboradores tan significativos como el geógrafo Pau Vila, el periodista Gaziel, el pedagogo Lorenzo Luzuriaga, los filólogos Manuel de Montoliu y Martín de Riquer, el escritor Luys Santa Marina, el antropólogo Julio Caro Baroja, el historiador del arte Alexandre Cirici Pellicer o el ya citado Petit. 
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La segunda parte del volumen, en cambio, la que tendría que haber resultado más atractiva, me ha parecido un poco decepcionante, por su tono meramente periodístico y demasiado complaciente. Lo que no se entiende, pues existen trabajos de enjundia sobre los mejores años de Seix Barral, tales como la tesis de Burhard Pohl, traducida parcialmente al castellano. En fin.
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El resto de las fechas y hechos significativos podrían ser los siguientes: la concesión en 1958 del primer Premio Biblioteca Breve a Las afueras, de Luis Goytisolo, con la consiguiente polémica, sobre si el libro era una novela realmente o un libro de cuentos, aunque hoy lo tacharíamos seguramente de ciclo de cuentos; en los años posteriores, también obtendrán el premio  La ciudad y los perros, de Vargas Llosa, Últimas tardes con Teresa, de Juan Marsé y Tres tristes tigres, de Guillermo Cabrera Infante; la celebración, en 1961, del primero de los Encuentros de Formentor, con la concesión del Premio Internacional de Literatura a Beckett y Borges, y del Premio Formentor a Juan García Hortelano, por Tormenta de verano; la concesión del Premio Formentor a El largo viaje, de Jorge Semprún, prohibida por la censura; la muerte en 1964 y 1967, respectivamente, primero de Petit y luego de Víctor Seix, y en esta última fecha abandona la editorial Salinas, principio del fin de esta década dorada; en 1970 abandona la editorial Carlos Barral, y a partir de entonces ocuparán el cargo Joan Ferraté, Josep Maria Carandell, Mario Mucknich y a partir de 1982, cuando la compre Planeta, Mario Lacruz (entre 1983 y 1999), Basilio Baltasar, Adolfo García Ortega y Elena Ramírez; en 1970 se incorporá a la editorial Pere Gimferrer, personaje fundamental, en su inconcreto papel de asesor o director literario; en 1999, Basilio Baltasar rescata el desaparecido Premio Biblioteca Breve, que obtiene ese primer año el mexicano Jorge Volpi, pero de trayectoria literariamente errática desde entonces.        
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Los lectores curiosos, todos deberíamos serlo, se enterarán por el libro, además, de los varios cambios de nombre de la casa, de las relaciones comerciales entre los Seix y los Barral, así como de la historia del célebre arquero, anagrama de la editorial, que parece ser que encontró Carlos Barral nada menos que en Altamira, y cómo fue censurado por la ridículamente pacata censura franquista. Pero quizás el esplendor de la editorial se entienda por su lujoso comité de lectura, del que formaron parte Jaime Gil de Biedma, Gabriel Ferraté, José María Valverde, Salvador Clotas y José Agustín Goytislo, por no hacer la lista interminable.
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Los que nos iniciamos en la lectura durante los últimos sesenta y primeros setenta, nunca olvidaremos los libros de Seix Barral de los que allí tuvimos noticia por primera vez, o aquellas cubiertas en blanco y negro de Oriol Maspons o Xavier Miserachs, de la narrativa española (de Zúñiga a Luis Martín-Santos, Juan Benet, Caballero Bonald y Carmen Martín Gaite) y latinoamericana (Alejo Carpentier, Guimaraes Rosa, Cabrera Infante, José Donoso o Manuel Puig), pero también italianos (Vittorini, Pavese o Svevo), alemanes (Robert Musil, Böll y Max Frisch), ingleses (T.S. Eliot o Carson McCullers) e incluso franceses, aunque la verdad es que nunca me interesó demasiado el nouveau roman. Después llegó Octavio Paz, Alberti, Pedro Salinas, Luis Cernuda, Ángel Crespo, Ernesto Sabato, Pablo Neruda, Cela o Eduardo Mendoza e incluso Roberto Bolaño, incomprensiblemente perdido, pero esa ya es una historia mucho más conocida. 
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Del catálogo actual me quedo con Enrique Vila-Matas, Juan José Millás, Rosa Montero, Antonio Muñoz Molina, Ignacio Martínez de Pisón, Julio Llamazares, Adolfo García Ortega, Hipólito G Navarro, Isaac Rosa y Ricardo Menéndez Salmón, o los internacionales Don DeLillo y Lorrie Moore. ¡Y vaya estopa que le sueltan a Basilio Baltasar quienes lo sucedieron en el cargo! En fin, sólo queda por decir que no puede hacerse la historia de la literatura española, ni de la edición, de la segunda mitad del siglo XX, sin tener en cuenta este extraordinario catálogo. ¡Felicidades amigos!   
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3 comentarios:

carfelix dijo...

Tambien para mí los libros publicados por Seix-Barral han sido muy importantes. Forman parte de mi juventud y del conocimiento de nuevos autores que formarían ya para siempre mi cultura literaria. Descatar las novelas de Manuel Puig, Robert Musil, Luis Goytisolo, etc. Supongo que la nostalgía es engañosa y recuerdos los libros de Seix-Barral interesantes por estar publicados en la editorial y sobre todo muy bien editados. Ahora me parecen mas irregulares , aunque hay excepciones, que tú muy bien has señalado. Lo que no puedo soportar es que los libros hayan dejado de estar cosidos, pero dado que el Sr. Lara cuando quiere leer un libro, primero lo descuartiza y después lo lee, no se puede esperar otra cosa. Saludos.

Joaquín Parellada dijo...

Buen resumen, Fernando de esta mítica editorial. De las épocas menos conocidas, antes de la llegada de Carlos Barral, siempre recuerdo aquellos volúmenes didácticos de los años 30, con lomo de tela y portadas atractivas, vagamente “noucentistes”: los tres tomos dedicados al mar, firmados con el seudónimo de “Capitán Argüello”, bien reconocible para los seguidores del poeta de Calafell, y unas gramáticas redactadas por Manuel de Montoliu, que iban acompañadas de unos “libros de lectura”, con textos muy bien seleccionados. Algo posteriores (finales de los 40, inicios de los 50) son los manuales de la colección “Estudio”, entre los que se encuentran varios de Martín de Riquer, algunos muy cotizados en el mercado de viejo (como muy bien sabe nuestro amigo Laureano Bonet). Me enorgullezco de haber aprovechado todavía algunos de estos materiales para mis clases, con buenos resultados (mucho mejor, sin duda que las seudoteorías de los parapedagogos). Un abrazo,

Joaquín

Fernando Valls dijo...

Joaquín, Capitán Argüello era uno de los seudónimos que usaba el padre de Carlos Barral y el nombre de su barco, como sabes. Aunque Carlos fue un marinero de agua dulce, a pesar de lo que presumía.
Hubieras disfrutado en la fiesta de Seix, hablando del Barça con Marsé, Vila-Matas y Gonzalo Suárez. Abrazos.