domingo, 23 de septiembre de 2012

En la muerte del traductor Pepé Escué

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Morirse en agosto es una imprudencia, porque nadie se entera, aunque no creo que a Pepe Escué, como solían llamarlo sus mejores amigos, con el nombre y el apellido, le importara tener una despedida discreta, propia del gran cronopio, entrañable gruñón, que era.
Lo conocí hace años en la tertulia del Oxford, una cafetería de la calle Muntaner de Barcelona. Podría decirse que era afrancesado, radical, y había nacido en Bellvís, un pequeño pueblo de Lérida, en 1922, en el seno de una familia numerosa. Tras licenciarse en Filosofía y Letras, pero casi desconociendo el idioma, se fue a Francia a dar clases de español. Allí permaneció dieciocho años, durante los cuales fue profesor en Versalles, empezó una tesis sobre el filósofo y teólogo Nicolas Malebranche (1638-1715), que nunca concluyó, y volvió dominando el francés.
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Albert Camus
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Durante los años sesenta, junto a A. Mercier, compuso manuales para la enseñanza del español en el país vecino (se titulaban Pueblo, y los publicó Armand Colin) que gozaron de éxito. Pero quizá lo más importante entonces fuera la amistad que mantuvo con Albert Camus, quien le confió las traducciones y adaptaciones teatrales de sus obras en castellano. Su otro gran amigo francés fue André Belamich, uno de los mayores expertos en la obra de Lorca y el traductor de sus obras completas al francés.
En 1967 regresó a Barcelona, incorporándose como profesor de francés al Instituto de Bachillerato Infanta Isabel. Ese mismo año fue uno de los fundadores de la tertulia del Oxford, junto a Alberto y José Manuel Blecua, y el también excelente traductor Javier Albiñana, quien se consideró siempre su discípulo, pues lo estimuló mucho cuando empezaba a fajarse en tan complicado oficio. A lo largo de más de cuatro décadas, por esta tertulia, iniciada en 1960 en el café Cristal, que hoy sigue reuniéndose los martes en El yate, situado muy cerca del desaparecido Oxford, han ido desfilando escritores, profesores, traductores y amigos de plural condición, con la maravillosa tarea, por decirlo con palabras de Cortázar, de pasarle revista al mundo, que es como lavarle la cara y hacerlo más tolerable.
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Georges Perec
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A Pepe Escué le debemos traducciones de libros y autores tan heterodoxos como poco complacientes con la tradición narrativa predominante, como La vida, instrucciones de uso y Las cosas, de Georges Perec; El mar de las Sirtes, de Julien Gracq; Locus Solus, de Raymond Roussel; Siempre somos demasiado buenos con las mujeres, de Raymond Queneau; La casa de citas, de Alain Robbe-Grillet y La acacia, de Claude Simon; clásicos como Don Juan y Tartufo, de Molière; La religiosa, de Diderot; Naná, de Zola; Claudine en París, de Colette; La rosa de arena, de Montherlant; o Barrio negro, de Simenon; o narradores actuales como Jean Echenoz (Rubias peligrosas, Lago o El meridiano de Greenwich) o Jean-Pierre Tossaint.
Y, en especial todo el teatro de Albert Camus, pero también El hombre rebelde. La lista, de poder continuarla, sería interminable y poco prudente. Tradujo, en suma, para Seix Barral, Anagrama, Tusquets, Alianza o Planeta. Nunca obtuvo premio alguno, ni reconocimiento público ni privado por su impagable y estricta labor, pero hace unos días, unos cuantos amigos que lo apreciábamos y respetábamos, con la ayuda de unas cervezas y unos whiskys, reunimos todos estos datos que solo vienen a ser un leve reflejo de su labor como profesor y traductor. Lo recordamos como un hombre culto y sabio, de fuerte temperamento, hablaba muy bien portugués, cosa infrecuente en los españoles, era un gran melómano y un exigente gourmet para delicia de quienes lo acompañaron a la mesa.
Me viene a la memoria, siempre caprichosa, que el escritor Carlos Pujol, fallecido recientemente, lo tenía en gran estima, y lo consideraba uno de los traductores más finos de la lengua francesa. Y dicho esto me parece que resulta evidente por qué a Alberto Blecua le gustaba llamarlo el Voltaire de Bellvis. 
Fernando Valls & Cía.
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Pepe Escué
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* Este artículo apareció publicado en el diario La Vanguardia el pasado sábado, 23 de septiembre, con  el título: "Traductor de Perec y Camus". 
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2 comentarios:

CDG dijo...

Sin él, muchos que no sabemos francés pero sí amamos la literatura, no hubiéramos descubierto otras voces, estos mundos.

Rafael-José Díaz dijo...

Estoy ahora mismo leyendo "La vida instrucciones de uso" y me apenado mucho esta noticia. Un saludo.