lunes, 3 de diciembre de 2012

Los safaris de Fernando Clemot

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El martes, día 4, a las 7 de la tarde se presenta en la librería Alibri (c/ Balmes,  26), de Barcelona, el libro de Fernando Clemot, Safaris inolvidables, publicado por la editorial Menoscuarto, del que damos a continuación un microrrelato.
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Con Safaris inolvidables Fernando Clemot regresa al cuento, tras ser reconocido —entre los nuevos nombres de la narrativa en español— como uno de los mejores cultivadores del género. La trama de este libro se disgrega en múltiples acciones que convergen por fin en una sola: un marinero es interrogado por la muerte de un capitán, tres personas buscan a través de la red un lugar que les aleje de la soledad y el hastío, el secreto de una isla perdida en el Índico y del tramo de una autopista alemana... La soledad, la insatisfacción y la memoria son los ejes sobre los que se asienta esta aventura que nos lleva a lo más hondo de nuestros recuerdos y obsesiones.
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LA AGONÍA DE LAS FLORES
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En Angola, a unos cien kilómetros al sur de la ciudad de Saurimo, encontramos lo que parece una hoja palmeada, perfecta, con sus nervaduras marcadas, muy semejante a las que vemos en las plataneras de nuestros parques. Frente a ella, casi enfrentada, hay otra hoja más pequeña, reniforme y dicótoma, con tonos que se acercan al morado; esta segunda hoja esta centrada sobre el parque nacional de Cameia. Calculo que la primera hoja tiene, desde su base a su ápice, la superficie aproximada de Italia y la segunda una extensión equivalente a la de Holanda.
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Recuerdo hojas parecidas a estas, hojas de antaño; durante décadas se mantuvo la costumbre de dejar flores, ramas y hojas secas entre las páginas de un libro. Se extinguió aquella costumbre como la de llevarlas en el ojal o entre el cabello, recuerdo a mi padre llevando menta entre los dientes, eran resmas de otro tiempo, bellas pero inútiles, presa fácil en la era del pragmatismo.
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Las flores y hojas en los libros fue una práctica más reciente, quizá el último estadio de utilidad de las flores, quizá por otoñal el más hermoso. Mi hermano todavía solía dejar flores entre las páginas de un libro de Torga o de Miguel Hernández, también las recuerdo en un ejemplar que se llamaba “La revolución de los claveles”, también en otro sobre la vida de Durruti; allí había flores y hojas de olivo, también alguna anotación y dibujos en los márgenes. Las flores se extinguieron al mismo compás que los ideales.
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Ya no hay flores entre las páginas de los libros, ni anotaciones, ni dibujos. Nadie tatúa su nombre en un tronco o en las maderas de un banco, se prefiere escribir a la amada un mensaje de móvil que se convierte en un rótulo en un programa de madrugada.
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No se deshojarán más margaritas ni nadie verá tus iniciales en la corteza de un árbol. En la pantalla, por noventa céntimos de euro, todo el mundo podrá leer tu nombre, mi amor, y lo mucho que te quiero.
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3 comentarios:

Pedro Herrero dijo...

Como lector, asisto a la constatación de mi ignorancia. Extraño los paisajes angoleños y el poder evocador de sus imágenes. Me suenan algo más (pero no mucho), las tradiciones florales de nuestros antepasados (cambiar la menta por el tomillo es solo una anécdota). En cambio, me reconozco en los mensajes digitales y en esa flor vergonzosa ("me gusta") que castra todo intento de creatividad en las redes sociales.

Leer este micro me ha llevado a buscar compulsivamente las hojas (en forma de anotaciones nerviosas) que pueblan algunos libros de mi juventud. Subrayados, círculos, trazos de rotulador, márgenes doblados, etc. Cuando un texto te mueve a desarrollar una acción concreta, creo yo, cumple un objetivo que va más allá de la pura distracción, del puro entretenimiento. Si todo el libro está lleno de esa materia, huele que alimenta.

Nos vemos esta tarde.

Antonio Tello dijo...

Fernando Clemot está abonando el terreno para ser dentro de no mucho tiempo uno de los narradores más sobresalientes de la lengua castellana y no me refiero sólo a la peninsular.

FERNANDO CLEMOT dijo...

Gracias a los dos, Pedro y Antonio, también a Fernando por publicar el micro.
Se agradecen los elogios de dos escritores tan buenos. Un gran abrazo.