domingo, 3 de marzo de 2013

Sobre `En la orilla´, de Rafael Chirbes

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Podredumbre
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Los lectores más exigentes se quejan a veces de que apenas se escriban relatos sobre el presente, ocupándose de la conflictiva realidad social. Rafael Chirbes, tras la excelente Crematorio (2007), aborda en su nueva novela, En la orilla (Anagrama, Barcelona, 2013), la actual crisis, que no ha resultado ser solo económica, sino también social y ética. Así, nos muestra cómo se fue gestando la debacle y de qué forma ha ido afectándonos. La acción transcurre en Olba, un pequeño pueblo cercano a Benidorm, durante el 2010. Sirviéndose de la primera y la tercera persona, el estilo indirecto libre y el monólogo, además de diversas voces que van tomando la palabra, nos ofrece un fresco variado y completo: un microcosmos representativo del conjunto del país.
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A pesar de que la narración tenga mucho de coral, el peso recae sobre Esteban, un hombre de 70 años cuya ebanistería y negocios inmobiliarios acaban de irse al garete, dejando en el paro a los trabajadores. La novela está compuesta por las reflexiones del protagonista, aunque se presenten contrastadas por los puntos de vista de diversos allegados. Esteban rememora un pasado común, para comprender la historia personal, familiar y social; los fantasmas que componen una existencia. Y no está mal recordar aquí que para el autor “la Historia es pura carnicería”. A lo largo de estas cavilaciones hacen su aparición las distintas edades del hombre, aunque se ocupe sobre todo de la muerte, de los numerosos contratiempos que acarrea la vejez, la degradación del cuerpo (“como los cuerpos, las ilusiones mueren y apestan”, se lee), y del poder destructor del dinero.
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El protagonista, al igual que algunos personajes de Robert Musil o Álvaro Pombo, es un hombre sin atributos ni sustancia, hasta el punto de que en un momento dado afirma: “soy un esclavo en busca de amo”. Ni quiso ser escultor de joven, ni ha sentido interés alguno, a diferencia de su padre, por el oficio de carpintero, solo quería vivir... Y en el terreno de los sentimientos, a pesar de que nunca ha llegado a sentir aprecio por su progenitor, a quien tacha de “oscuro murciélago”, han terminado compartiendo sus vidas, y él cuidándolo. Ni siquiera tuvo fortuna con las mujeres, pues las más cercanas se alejaron de él: ni con Leonor, que triunfa como cocinera Michelín, tras casarse con Francisco, periodista y escritor, su mejor amigo, pero a quien no estima (en algunos aspectos, alter ego del autor); ni tampoco con Liliana, la criada colombiana que atiende a Esteban y a su padre, a la que despide porque ya no puede pagarle, y cuya voz, a veces zumbona, aporta los toques de humor más sobresalientes que aparecen en la narración.
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Pero, aunque no sea necesario buscarle antecedentes nobles, sí me gustaría recordar que el lector avezado que es Chirbes reutiliza con sagacidad nuestra tradición literaria, haciéndola suya, sobre todo el motivo calderoniano de la existencia como representación teatral; y en el logrado desenlace, el tema del ubi sunt, remedando las coplas de Jorge Manrique. La obra, por lo que se refiere al tratamiento del cuerpo, a su envejecimiento y podredumbre, se nutre también de la pintura de Francis Bacon y Lucien Freud, como en su anterior producción.     
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Chirbes nos proporciona una visión crítica, pesimista, incluso corrosiva, pero también lúcida, de la condición humana, como antes lo hicieron Miguel Espinosa o Thomas Bernhard: de los perversos mecanismos que rigen el funcionamiento de la sociedad, del triunfo y del fracaso; y de las relaciones personales: de la lucha que mantenemos con la familia, los amigos y los subordinados. O de cómo el mundo aparece gobernado por los pecados capitales: la avaricia, la ira, la lujuria y la gula sobre todo. Por ello, podría emparentarse la narración con la pintura de El Bosco o con algunas obras de Brecht y Kurt Weill. No sorprende, por tanto, que el texto aparezca salpimentado con frases entre lapidarias y sentenciosas, del tipo: “La vida es sucia, el placer y el dolor sudan, excretan, huelen”; “no hay hombre que no sea un malcosido saco de porquería”...
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Esta obra es una buena muestra de las infinitas y todavía inexploradas posibilidades del realismo, aquí una estética con ribetes expresionistas que echa mano de lo simbólico cuando lo considera adecuado, tal y como ocurre en el tratamiento que se le da al pantano fangoso, próximo a Olba. Además, Chirbes, como casi todos los grandes escritores, cuestiona los usos espurios del idioma, la lucha entre “el lenguaje ideológico que oculta y el enunciativo que desnuda”. En la orilla es una gran novela que no deberían dejar de leer quienes quieran entender mejor el terrorífico arranque del siglo XXI, un tiempo sin dioses, plagado de trepas y seres corruptos, en el que el capitalismo financiero, con la complicidad de los gobiernos conservadores y la pasividad de los socialdemócratas, ha ido acabando con el estado de bienestar.
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* Esta reseña ha aparecido publicada en el suplemento Babelia del diario El País, 2 de marzo del 2013.
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8 comentarios:

Recomenzar dijo...

extraordinario texto
un saludo desde el otro lado de la luna

Anónimo dijo...

Magnífica reseña.
A pesar de la literatura, es casi imposible entender el arranque de este siglo, pero lo intentaremos leyendo este libro.
Gracias

Pilar

jddm dijo...

Un genio este Chirbes. ¿Ha leído "La buena letras"? ¿Qué le parece la adaptación que se hizo de "Crematorio"?
Un saludo,
PeterP.

Baco dijo...

Quizá sea la de su adorado Francis Bacon la pintura que mejor refleje la narrativa de Chirbes, esa búsqueda de la animalidad en la persona.

Grande, Chirbes.

Abrazo, Fernando

E.

Fernando Valls dijo...

Peter, sí he leído `La buena letra´, creo conocer bien toda la obra de Chirbes. La serie de televisión no la he visto, pero la tengo a mano para poder verla pronto. A propósito de ella, puedes ve el comentario que hoy en `El País´ le dedica Chirbes a José Sancho, con motivo de su muerte.
Esteban, sí, quizá sea el pintor Bacon quien más se asemeja a la literatura de Chirbes, a su concepción artística.
Me alegra que os animéis a comentar las reseñas. Cuesta mucho hacerlas. Leer el libro es fácil, pero escribir la reseña resulta a veces muy complicado, sobre todo si tiene que hacerse con prisa, como exigen los medios. Gracias a todos por vuestros comentarios y saludos.

Marta Badia dijo...

Buena reseña Fernando, tengo ganas de leer la novela, sabes que soy fan de Chirbes. Me acordé mucho de Crematorio con el alcalde de Lloret imputado recientemente, junto a rusos mafiosos y hoteles en la costa, la realidad supera siempre a la ficción. Besos

Carmen Peire dijo...

Entro ahora, pasados los días de la reseña, cuando he terminado de leer la novela. Ya sabes de mi admiración y amistad por Chirbes, y no defrauda. Es curioso el vuelco del reconocimiento de Chirbes en los últimos años, cuando lo que venía denunciando en otras novelas (la transición española, la muerte de los ideales, la corrupción del dinero) no se tenía en cuenta e incluso se le consideraba agorero. Ahora, la realidad se ciñe más a su obra y tiene repercusión, espero que por mucho tiempo. Me gustó tu crítica e Babelia y esta reseña. Me ha encantado la novela, y me he reído también mucho con ella, no solo con Liliana, sino lo demoledor que es con los enólogos, gastrónomos reconvertidos, estrellas michelines etc. Cómo se nota que lo conoce bien.
Gracias

cristian dijo...

Ánimo Fernando, no dejes de escribir en tu blog, que tienes a alumnos tuyos en vilo por nuevas entradas lapidarias. Y respecto a Chirbes, sí, es un autentico zorro con el lenguaje.

Un abrazo.