domingo, 6 de octubre de 2013

En la muerte de don Martín de Riquer

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Murió el gran romanista y parece que todos los opinadores de la prensa de Barcelona, con la oportunista y demagoga Rahola a la cabeza, habían sido discípulos suyos y fieles seguidores de sus libros. Fue catedrático tanto de la Universidad de Barcelona como de la Autónoma. Cuando yo empecé a estudiar en esta última solía cruzarme con él por los pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras y pensaba que si un hombre tan sabio andaba por allí algo bueno se me podría pegar. Riquer fue profesor del rey, académico de la Lengua, senador por designación real, director de la Academia de Buenas Letras de Barcelona, y obtuvo los Premios Príncipe de Asturias y el Premio de las Letras Españolas. En cambio, para la Cataluña nacionalista siempre resultó sospechoso, quizá porque no fue suficientemente fanático e intolerante, y apenas le prestaron atención. Además, hizo la guerra, donde perdió un brazo, en el bando equivocado. Y por si todo ello no fueran suficientes taras, estuvo vinculado al grupo Planeta, siendo jurado de su premio gordo durante muchos años.
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Entre sus discípulos se cuentan algunos de los mejores filólogos e historiadores de la literatura que han pasado por las universidades catalanas, tales como Francisco Rico, Alberto Blecua, José-Carlos Mainer, Albert Hauf, Carme Riera  y Jordi Llovet, o editores y ensayistas como Carlos Pujol, Pere Gimferrer o Jaume Vallcorba, quien tan oportunamente fue reeditando muchas de sus obras y encargándole otras nuevas. Aunque no fui alumno suyo, sí podría decir que he tenido la fortuna de serlo de varios de sus mejores discípulos, quienes siempre se referían a él como don Martín. Pero, además, colaboré en una de sus magnas obras que llevó a cabo junto a José María Valverde, la Historia de la literatura universal, publicada por Planeta en diez volúmenes.
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Tampoco olvido que la primera ed. del Quijote que me compré y leí, de la editorial Juventud, era suya, y todavía la conservo y consulto. Después, a lo largo de los años, frecuenté muchos de sus libros, como Los trovadores (1975), Aproximación al Quijote, Caballeros andantes españoles (1957) o Para leer a Cervantes (2003). Gran romanista, buen conocedor no solo de la literatura española y catalana, sino también de la francesa e italiana, defendió siempre una perspectiva universalista de la literatura. Y nos dejó una especie de memorias conversadas, tituladas Vivir la literatura.   
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Riquer fue un sabio y las veces que lo oí hablar, en coloquios o conferencias, siempre me fascinó por sus grandes y variados conocimientos, así como por la habilidad para transmitirlos con tanta firmeza como modestia. Pero, además, no podía dejar de llamarte la atención su aspecto de caballero inglés, de catedrático de Oxford, amante del whisky y de fumar en pipa, aparte de empedernido lector de novelas policíacas.  
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Me han llamado la atención las dos esquelas que su familia ha publicado en La Vanguardia, exactamente iguales, una en catalán y otra en castellano, quizá como un último homenaje a quien dedicó su vida a dos culturas, a dos literaturas, hermanas gemelas.      
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5 comentarios:

Isabel Mercadé dijo...

No sé si ya estaba jubilado, pero también me lo crucé varias veces por los pasillos de la UB y asistí a una, no recuerdo ahora si conferencia o clase extraordinaria. Nunca olvidaré su sabiduría, su humor, su capacidad para transmitir, todo. Es cierto, uno de nuestros grandes sabios!!

Carmen Peire dijo...

Me emociona que con la sabiduría y reconocimiento que tenía, la esquela solo hiciera referencia a que era viudo de María Ysabel Permanyer. Toda una lección de humildad por parte de la familia.
Los grandes siempre son los más sencillos. DEP

Iván Teruel dijo...

He dicho en algún otro lugar que ya les gustaría a muchos críticos tener la lucidez sin pretensiones de Martí de Riquer. Tenía esa rara habilidad para difundir sus conocimientos y el alcance de sus investigaciones como si estuviera contando una historia. Como lector de sus estudios sobre el Quijote y alguno sobre el Tirant puedo decir, no sólo que aprendí mucho, sino que aprendí disfrutando. Insisto: no es fácil saber tanto y ser tan poco pretencioso; no es fácil saber tanto y ser tan generoso en el esfuerzo por transmitir los conocimientos de la manera más diáfana y amena posible. También lo dije por ahí: muere la persona pero queda la obra, que podremos seguir disfrutando siempre.

Saludos.

Fernando Valls dijo...

Carmen, a veces las esquelas tienen datos curiosos y significativos que, en esta ocasión, tú has sabido ver. Saludos.

virgi dijo...

Sé que era un hombre de una serena sabiduría, quizás de esos que ya nacen con el conocimiento de nuestro breve paso por la vida y sus inútiles alharacas.
La esquela demuestra la sencillez que ha transmitido a su familia.
He de ver el que nombras de Vivir la Literatura.
Un abrazo