lunes, 30 de junio de 2014

Iván Teruel, ganador del concurso de la Microbiblioteca

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Carencia: f. Falta o privación de algo
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Un edificio a medio construir, un puzle inacabado, la manga vacía de la gabardina de un manco, el torso de Belvedere. Ese extraño embelesamiento. O aquella necesidad de buscar siempre alguien inseparable: en el colegio, en el instituto, en la universidad. Y después Valeria y la manera desesperada de entrar en ella. Apenas un sucedáneo. La condición de hijo único, pensabas. Pero un día, inesperadamente, aparece la foto de colores desvaídos, con el año de tu nacimiento en el reverso. La foto de tres, tal vez tomada por tu padre. La foto en que tu madre, con una expresión que no le recuerdas, posa, feliz, con dos bebés en el regazo. Dos bebés iguales, exactamente iguales.
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* Un jurado formado por las escritoras Ana María Shua y Gemma Pellicer, y por el profesor y crítico literario Enrique Turpin ha decidido otorgarle el premio anual que concede la Microbiblioteca de Barberà del Vallès (Barcelona) a Iván Teruel.
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sábado, 28 de junio de 2014

Los cuentos de Adolfo García Ortega

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FISURAS
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Resulta difícil entender por qué no ha tenido un mayor reconocimiento la obra literaria de Adolfo García Ortega: ¿quizá por su trabajo en el mundo editorial, como probablemente le ocurrió también a Carlos Pujol? Además de la prosa narrativa ha cultivado el artículo de opinión, la poesía, el ensayo y la traducción; aunque creo que algunas de sus novelas, sobre todo, tendrían que haber adquirido un mayor peso en la literatura española reciente.
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En este nuevo volumen (Verdaderas historias extraordinarias. Cuentos reunidosSeix Barral, Barcelona, 2013) se recoge tres libros cuyas fechas abarcan 25 años, dos ya publicados (Privado paraíso, 1988; y La ruta de Waterloo, 2008) y un último inédito (La mujer de Sorrento). Lo primero que nos llama la atención es el título y el subtítulo, al referirse obviamente al género de los textos, anunciando que se trata de historias, cuentos, aunque no sea exactamente así. Sin embargo, encontramos resonancias, sin hacer aquí innecesarios alardes de erudición, con el concepto de historia verdadera, de Blas de Otero, que además era fingida, en el recuerdo de Poe y sus historias extraordinarias y en su estela Roald Dahl.  
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Tras la lectura del conjunto, el prólogo resulta más desconcertante que clarificador, pues no parece que la tradición en la que afirma engarzarse -Poe, Chéjov, Kafka, Onetti y Cortázar, “todo relato ha de partir de un fogonazo deslumbrante en la mente del autor y ha de mostrar un rasgo extraordinario de un universo ordinario, amén de muy disímil”-, guarde relación con la que García Ortega cultiva, al tratarse más bien –suponemos- de rasgos y autores que aprecia como lector del género. ¿Qué son, entonces, estas piezas: historias, relatos, cuentos verdaderos o extraordinarios? Me parece que no todos ellos son cuentos, ya que el primer libro está compuesto sobre todo por textos híbridos, cercanos al artículo, la semblanza, el retrato (“los retratos son juicios del alma, tan bien traicionada por el cuerpo que la aguanta”, p. 37) y la crónica. “Los siglos de la infancia”, por ejemplo, consiste en una reflexión en torno a los primeros años de existencia, tras recibir en herencia unos muebles de la casa familiar.
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Del  volumen de 1988, en el que todos los textos excepto los dos últimos tratan de la vida u obra de escritores célebres, con un Flaubert enfermo de literatura en primer lugar, destacaría “Un día tranquilo”, aunque me parece que las dos páginas iniciales resultan innecesarias. En el libro del 2008 sobresale “Vidas, mitad de trayecto”, cuento en la tradición de La ronda, La colmena o La noria, si bien narrado en segunda persona; o “Habid”, una historia de amor homosexual. Asimismo se incluye una atractiva narración, “Hoteles Metropol”, que los numerosos establecimientos con su nombre podrían imprimir, exento, y regalar a sus clientes. El cuento que da título al conjunto, “La ruta de Waterloo”, puede leerse como la historia de una obsesión producto del azar que surge tras el accidente de una anciana y un regalo, y se alimenta de ocho lecturas de La cartuja de Parma, de Stendhal, y alguna de Los miserables, de Víctor Hugo. Estos hechos conducen al protagonista, un diplomático español, a recorrer el campo de batalla siguiendo el mismo trayecto que Fabricio del Dongo, para acabar identificándose con él, entre sueños y alucinaciones quijotescas, que lo llevan a convertir un periplo turístico en un viaje a través del tiempo, a caballo entre la historia y la ficción.  
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El libro inédito, en cambio, me parece menos logrado. En “Cosas que sé…”, por ejemplo, concluye con un truco tramposo, impropio de un autor tan avezado; mientras que “Hermanas y maridos” resulta poco sutil y en “Los héroes” no consigue trascender lo anecdótico. Y así podríamos seguir con el resto de los textos… Sin embargo, sean del género que sean, se leen con gusto todas aquellas piezas del conjunto en las que el autor se muestra más letraherido, e incluso fetichista, al recrear episodios de la vida y la obra de grandes autores (Cadalso, Larra, Poe, Stendhal, Gide, Cernuda o Pavese), aun cuando a veces el exceso de detalles ahogue el fluir natural del desarrollo narrativo, según ocurre también en “La conferencia”, que trata de los indios patagones.    
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A la vista de la totalidad acaba uno teniendo la impresión de que el cuento es un género en el que nuestro autor, quien afirma concebirlo de forma abierta, no ajustada a lo establecido, parece desenvolverse con cierta incomodidad. Pero, además, al agavillar textos tan dispares, resulta un conjunto demasiado heterogéneo e irregular, como si muchos de ellos fueran meros tanteos, poco cuajados, sin llegar a alcanzar una voz propia, lo que produce una extraña sensación a quienes tanto hemos disfrutado con novelas suyas como Café Hugo o Autómata.
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* Una versión reducida de esta reseña ha aparecido publicada en el suplemento Babelia del diario El País, el 28 de junio del 2014, p. 10.
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viernes, 27 de junio de 2014

La triple trayectoria de María Cruz Seoane

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Ahora, cuando acaba de morir, e intento ordenar lo que sabía de ella, me doy cuenta de que ni siquiera conocía su fecha de nacimiento. Vivía en Madrid, creo que desde 1953, pero había nacido en Galicia y solía pasar las vacaciones en su casa de El Puerto de Santa María. Así, su España era toda, del centro a la periferia. Se doctoró en la Complutense, en la especialidad de Filología Románica, con una tesis que luego publicaría con el título de El primer lenguaje constitucional español (Las Cortes de Cádiz) (1968). Durante la década de los sesenta fue becaria del Seminario de Estudios de Humanidades que dirigía Julián Marías, dedicado al análisis del XVIII y el Romanticismo español, en el que tuvo como compañeros a Carmen Martín Gaite, Gonzalo Anes o Miguel Martínez Cuadrado. Poco a poco sus trabajos fueron decantándose hacia la historia del periodismo español, convirtiéndose en una de sus mayores expertas, con varias obras de referencia en su haber: Oratoria y periodismo en la España del siglo XIX (1977); los tres volúmenes que componen la Historia del periodismo en España (1983-1998), el último en colaboración con María Dolores Saiz; Una historia de El País y del grupo Prisa. De una aventura incierta a una gran industria cultural (2004), escrito con su hija, Susana Sueiro; y Cuatro siglos de periodismo en España. De los avisos a los periódicos digitales (2007), también con M. D. Saiz. Además de ser autora de diversos capítulos dedicados a la prensa en la monumental Historia de España, de Menéndez Pidal, y otros muchos artículos sobre la materia. Podría decirse, por tanto, que en el caso de la historia del periodismo español el genérico tendría que ser el femenino. Hasta su jubilación fue profesora en la Universidad Carlos III, de Madrid.
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No quiero concluir sin referirme a otra faceta fundamental en su existencia: el matrimonio, en 1957, con el escritor Daniel Sueiro, con quien tuvo tres hijos. Falleció pronto, en 1986, pero desde entonces su empeño principal consistió en facilitar la difusión de la obra de su marido, de lo que resulta buena prueba varias reediciones recientes. Me consta que conocía bien la historia literaria, que reivindicó la figura del poeta hispanomexicano Luis Rius, y en especial la del artículo literario, sintiendo predilección por las piezas de Manuel Alcántara y Eduardo Mendoza, y de los históricos Julio Camba, Gómez de la Serna, González Ruano y el primer Umbral, pues sabían dotar a sus columnas de un toque humorístico; pero además fue una lectora de ficción constante y exigente, hasta el punto de que todavía la semana pasada estaba leyendo Una manada de ñus, libro de cuentos de Juan Bonilla. 
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* Este artículo ha aparecido publicado en el diario El País, el 26 de junio del 2013. María Cruz Seoane nació en La Coruña en 1935.
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jueves, 26 de junio de 2014

Escuela de escritores: Máster de narrativa

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Hasta la fecha han participado como invitados en el máster de la Escuela de Escritores de Madrid, José Manuel Caballero Bonal, José María Merino y Almudena Grandes. En el 2014-2015 la invitada será Carme Riera. Asimismo, han impartido clases magistrales en sus cursos Luis Mateo Díez, Enrique Vila-Matas, Alessandro Baricco, Bernardo Atxaga, Juan Cruz, Juan José Millás, Andrés Neuman, Luis García Montero, Cristina Cerrada, Alberto Chimal, Ricardo Menéndez Salmón y Ana María Shua, entre otros. Y con respecto a los profesores del claustro, podríamos destacar a Marta Sanz, Ángel Zapata, Eloy Tizón, Fernando Castro Flórez, Rubén Abella, José Ovejero e Ignacio Ferrando, entre otros también notables.
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Web del Máster de Narrativa: <http://masterescueladeescritores.com/>.
Vídeo del escritor José Ovejero, sobre cómo se puede aprender a escribir: <http://masterescueladeescritores.com/aprender-escribir-ovejero/>.
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miércoles, 25 de junio de 2014

El futbolista mordedor

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En sus Zoopatías y zoofilias Javier Tomeo se olvidó de una singular especie que en el Mundial de Fútbol de Brasil ha vuelto a reaparecer. Se trata del futbolista mordedor, una subespecie evolucionada del niño que le muerde a sus amiguitos, que habitualmente se extingue con el fin de la infancia. Sin embargo, no ha ocurrido así con el futbolista uruguayo, gran jugador, Luis Suárez, quien tiene tendencia a morder a los contrarios. En el reciente partido que su selección nacional jugó contra Italia le dio un bocado en el hombro a Chiellini, y debió de hacerlo con tanto ímpetu que se hizo daño en la boca... Suárez juega en la liga inglesa, en el Liverpool, y ya ha sido sancionado en un par de ocasiones por morder a sus rivales. No quiero pensar lo que haría de niño, en la guardería, con sus compañeros de juegos. Habría que preguntarle a Ramón.
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lunes, 23 de junio de 2014

Pushkin en San Petersburgo

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San Petersburgo es una ciudad llena de monumentos y placas que recuerdan a los grandes hombres que vivieron en la ciudad: artistas, escritores, militares y políticos sobre todo. Si nos atenemos a ello, quizá sea Alexander Pushkin (1799-1837) el escritor más apreciado, pues su monumento, que data de 1957, obra del escultor Mijaíl Anikushin, se alza en mitad del hermoso jardín que hay enfrente del Museo Ruso, en pleno centro de la ciudad. Pero, además, parece ser que antes del duelo que acabaría con su vida a los 38 años, pasó por la confitería Wolf, hoy se llama Literatornoye Kafe, en la Avenida Nevski, que lo recuerda con una placa, cuadros, libros, pistolas, y la recreación en cera de su figura sentada a una de las mesas del establecimiento. Ni su asesino, el barón d´Anthes, oficial de caballería, hijo adoptivo del embajador holandés, ni su posible instigador, el zar Nicolás I, salieron muy bien parados de esta desdichada historia. El escritor, aunque no participó en la rebelión decembrista, tenía muchos amigos entre sus instigadores. En el lugar donde se produjo el duelo, en la Avenida Kolomyazhsky, hay un monumento que suele tener siempre flores frescas, aunque queda un poco a trasmano, lejos del centro. La ciudad ha convertido su última morada en el 12 del malecón del río Moyka, muy cerca del Hermitage, en una casa museo dedicada al poeta romántico, pues allí, en la planta baja, pasó sus cuatro últimos meses de vida. Esta casa pertenecía a la princesa Volkónskaia, gran admiradora de su obra. Su poema épico, Eugenio Onegin (1825-1832), transcurre en San Petersburgo, y la historia que cuenta anticipa, en cierta forma, la del propio escritor. Los amantes de la música recordarán que los libretos de ópera como Ruslán y Ludmila (1842), de Glinka; Boris Godunov (1874), de Mussorgski; Eugenio Onegin (1879) y La dama de picas (1890), de Chaikovski; y El gallo de oro (1909), de Rimski-Korsakov, están inspirados en obras de nuestro escritor. Podría decirse, en fin, que Puskhin es el Cervantes ruso. 
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* Las fotos son de Gemma Pellicer.
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sábado, 21 de junio de 2014

La `Historia mínima de la literatura española´, de José-Carlos Mainer

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LOS SUEÑOS DE LA FICCIÓN
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Mientras el concepto de historia literaria era cuestionado, sin proponer una alternativa posible verosímil, José-Carlos Mainer se embarcó en la empresa casi titánica que supone concebir y dirigir una Historia de la literatura española para la editorial Crítica, cuyos nueve volúmenes se completaron recientemente con éxito. Este nuevo libro (Historia mínima de la literatura española, Turner, Madrid, y El Colegio de México, México D.F., 2014) podría considerarse descendiente directo de aquel magno empeño, aunque a la vez tenga su origen remoto en la contribución de nuestro autor a la Breve historia de la literatura española, de Alianza.
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En esta ocasión, Mainer no solo nos proporciona una visión panorámica de la literatura, teoría, historia y crítica estrechamente unidas, como debe ser, sino que además lleva a cabo una reflexión sobre cómo construirla hoy, sin los vicios que venían repitiendo otros manuales al uso. Así, baraja con tino conceptos capitales, épocas, corrientes, temas y procedimientos, autores, colecciones, obras significativas, antologías, editoriales, tertulias, revistas culturales y literarias, poniendo de manifiesto la estrecha relación que mantiene con la ficción hispanoamericana y con hitos fundamentales de la literatura universal. De igual modo, se ocupa de los géneros clásicos (épica, luego novela, lírica y dramática), sin olvidarse del papel que desempeñan los epistolarios, junto a los diarios, los libros de memorias, el poema en prosa, la novela corta o el aforismo, e incluso los sueños como revelación de la verdad, a la manera clásica. De casi todo ello se nos proporciona muestras abundantes, sin que se eche de menos nada realmente significativo (quizás El público, de Lorca; e Imán, para mi gusto la mejor novela de Sender), pues describe la función y el desarrollo que ha experimentado la lengua literaria, al tiempo que cita siempre que es oportuno a los historiadores y filólogos más relevantes.
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Claro que conforme vamos acercándonos al presente, podemos sentirnos tentados a disentir, bien apostando por diferentes autores u obras bien echando de menos alguna mención al auge del microrrelato, deseando la incorporación de nombres concretos: Manuel Chaves Nogales, Ángel Crespo, José Jiménez Lozano o Alberto Méndez, o un comentario, por breve que sea, sobre el reconocimiento que algunos narradores actuales, sobre todo Javier Marías, Rafael Chirbes y Enrique Vila-Matas, están cosechando en otros países, sin ser los únicos.
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Cuando se ocupa de las últimas décadas, el periodo más difícil de solventar, cada nombre y título aducido puede valer su peso en oro, por ello creo que no deberían faltar Los santos inocentes, de Delibes; Mortal y rosa, de Umbral; los últimos libros de Valente, en especial Fragmentos de un libro futuro; Las bicicletas son para el verano, de Fernando Fernán Gómez; Olvidado rey Gudú, de Ana María Matute; la trilogía completa de Celama o las Fábulas del sentimiento, de Luis Mateo Díez; los cuentos de Merino; Arde el mar, de Gimferrer; La ciudad de los prodigios, de Mendoza; Corazón tan blanco y los relatos de Marías. Y cerrarse, probablemente, con El viajero del siglo (2009), novela de Andrés Neuman. Pero se trata de minucias si valoramos el libro en su conjunto, en el cual –por cierto- no se elude del todo la polémica sobre el posible autor del Lazarillo, la existencia de un Romanticismo español temprano defendido por Sebold, o la añeja antinomia Romanticismo/Realismo (les recomiendo, al respecto, la sugestiva lectura que hace de Larra, p. 144), e integra a los escritores del exilio republicano en el conjunto de la literatura de postguerra, como es preciso realizar, aunque apenas se haga; además de tener el acierto de olvidarse de tantos ruidosos vendedores de humo como han pululado por la novela en los últimos tiempos.
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Las quince páginas finales, oro molido, aparecen bajo el engañoso título de “Bibliografía”, pues ofrecen mucho más de lo que su genérico título anuncia, al repasar aquellas historias de la literatura que presentan “un relato coherente y atractivo”; aportando diversas observaciones sobre los “límites y caminos de la historia literaria” y sobre “los hitos (y conflictos) del legado literario español”, en donde se plantea de manera somera cuestiones capitales. 
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Los que hayan leído otros trabajos de Mainer, escuchado sus conferencias o asistido a sus clases, conocen su capacidad de síntesis, su agudeza lectora y su concepción del sistema literario entendido siempre en relación con el complejo entorno histórico y cultural, nacional y global. Por si lo dicho fuera poco, la aparición de este apetitoso libro dirigido a un público amplio, no necesariamente español, ni estrictamente experto, nos resuelve más de un problema, pues a partir de ahora sabremos qué recomendar a quien le interese hacerse con una historia manejable de nuestra literatura. El libro de Mainer aparece bien armado, escrito en ese estilo ameno y elegante que le es tan propio.
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* Esta reseña ha aparecido publicada en el suplemento cultural Babelia del diario El País, el 21 de junio del 2014, p. 9........ 

jueves, 19 de junio de 2014

Tumbas y más tumbas. El monasterio Alejandro Nevsky

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El poeta Nikolái Nekrásov
 



¿A quién os recuerda este personaje?



El monasterio de Alejandro Nevsky y la Santísima Trinidad
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La iglesia ortodoxa rusa declaró al príncipe Alejandro Nevsky patrono celestial de San Petersburgo. En el 1240, al mando de las tropas rusas, venció al ejército sueco a orillas del Neva, no lejos de donde se encuentra hoy el monasterio, compuesto por once iglesias y tres cementerios, dos situados a la entrada y el tercero delante de la iglesia principal. No sé de quién son las tumbas, ni siquiera si son de alguien relevante, digno de ser recordado, pero si las recojo aquí es porque su construcción me llamó la atención, me pareció curiosa o significativa. Los aficionados al cine clásico recordaran la película de Serguéi Eisenstein, Alejandro Nevsky (1938).
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* Las fotos son  de GP.
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miércoles, 18 de junio de 2014

La casa familiar de Nabokov en San Petersburgo





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En Habla memoria Nabokov describe la casa familiar, situada en la calle Bolshaya Morskaya, 47 (entonces solo Morskaya, y durante el régimen soviético, Hertzen) como "una construcción italianizante de granito finlandés, construida por mi abuelo alrededor de 1885, con frescos florales encima del tercer piso (el último) y un mirador en el segundo". Por aquella época tenía un ascensor hidráulico que ya ha desaparecido. En la actualidad hay un modesto museo que ocupa solo la planta baja. Dar con él no nos resultó fácil y nadie por los alrededores sabía de su existencia. Hasta que un amable anciano abandonó su camino y nos acompañó casi hasta la puerta, sorprendido de que unos extranjeros, mostró simpatía al saber que éramos españoles, se interesaran por su compatriota, y sin parar de hablarnos en su lengua un solo instante a lo largo del camino, se despidió de nosotros haciendo un gesto amistoso, cogiéndose las dos manos y un poco emocionado. La casa de tres plantas (dos plantas y bajo, diríamos nosotros) está situada en el corazón de la ciudad, no lejos del Teatro Marinsky, muy cerca de la catedral de San Isaac, de los hermosos jardines del Almirantazgo y de la Plaza de los Decembristas, por quienes su padre había sentido simpatía, muy cerca del Neva y, por tanto, de la Plaza del Palacio y de la Avenida Nevsky. No en vano la familia Nabokov, como cuenta el escritor en la primera parte de sus memorias, había desempeñado importantes cargos tanto en el ejército como en la administración del estado.
Solo puede visitarse la planta baja, a la que se accede desde el portal a través de una escalera. A la derecha hay una pequeña habitación ocupada seguramente por la portera y, de inmediato, una mesa donde se sienta el vigilante. Si la suerte os acompaña y no está, os recomiendo que os escabulláis rápido escaleras arriba, hasta subir a la segunda y tercera planta, cuyo interés estriba en la decoración de las escalera, como puede verse en las fotos. El resto aparece muy deteriorado, bastante descuidado. Las viviendas de los pisos superiores permanecían cerradas y no era posible acceder a ellas, para desgracia de los muy fans de Nabokov, quienes seguro que saben que en la útima planta tenían los chicos y sus institutrices, inglesas o francesas, las habitaciones. Aunque el escritor leyó antes en inglés que en ruso, en su familia se hablaba también en francés e inglés; no en vano vivían rodeados de productos anglosajones que adquirían en los elegantes comercios de la Avenida Nevsky.            
En el museo propiamente dicho no hay mucho que ver: libros, un vídeo con una entrevista en inglés con el escritor, muebles, la decoración de las salas, los techos, algunos objetos personales del autor, como una chaqueta, viejas fotos, mariposas, y una joven que escribe en un ordenador y controla discretamente a los visitantes.
Nabokov vivió en esta casa entre 1899 y 1919, fecha en que su familia se exilio a Alemania, a Berlín, donde tres años después sería asesinado su padre, por entonces director del diario Rul´ (Timón), de los emigrantes liberales. Solían pasar las vacaciones y todo el verano en una casa de campo, Vyra, a 75 kilómetros de la ciudad, y a veces en el extranjero, en lugares de moda, como Biarritz (donde el adolescente Nabokov se enamoró de una niña llamada Colette), la Costa Azul o los balnearios de la Selva Negra alemana. Vyra, por cierto, no se hallaba lejos de Batovo, el lugar donde en 1820 murió Pushkin en un duelo. Entre ambas casas, cuenta el escritor, disponían de unos cincuenta criados. Tras la Revolución vivió en los Estados Unidos, donde llegó en 1940, y los últimos años de su vida en Suiza, en Montreux, dedicándose a lo que más le gustaba, que quizá no era solo escribir, sino también cazar mariposas, estudiarlas y conseguir que alguna llevara su nombre, una ilusión que arrastró desde la infancia. La Revolución, en fin, se había llevado la herencia que, cuando solo era un joven, le había dejado su pintoresco tío Ruska.
Las guías dicen que no hay nada que ver en esta casa-museo, pero me parece que se equivocan, aunque hay que saber mirar, y reconozco que se disfruta más si uno ha leído Habla memoria y es admirador del autor de Lolita.......




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* Las fotos son de GP........

lunes, 16 de junio de 2014

¿Bolaño punk?

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Para venderlo mejor en los Estados Unidos su agente literario y su editor convirtieron a Roberto Bolaño en exdrogadicto que es lo que seguramente se espera en la capital del imperio de un escritor hispano, o cualquier otra extravagancia semejante. O sea, lo vendieron como antropología, como una curiosidad de la periferia. Ahora, en El País, un periodista mexicano lo convierte en punk, en punk chileno, si tal cosa no es un oximoron. El caso es que todavía sigue habiendo gente a la que no le cabe en la cabeza que un escritor pueda ser un tipo más o menos normal, con familia, hijos, a quien pueda llegar a gustarle la telebasura, así como oír música, leer y escribir tranquilamente en su casa, y no un artista romántico con una existencia llena de excesos. Parece que los tópicos de Henri Murguer, los que desplegaba en sus Escenas de la vida bohemia, con sus correspondientes variantes, adaptadas a la posmodernidad, siguen plenamente vigentes. 
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sábado, 14 de junio de 2014

Tijvin: el cementerio de los artistas



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Dostoyevsky


Glinka y su esposa
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Uno de los cementerios más extraordinarios que pueden visitarse, por lo que tiene de pequeño y cuidado jardín, y por las tumbas de artistas célebres que cobija, se encuentra a la entrada del Monasterio de Alejandro Nevsky, situado al final de la avenida del mismo nombre. Se llama cementerio Tijvin y en él se hallan las tumbas del escritor Dostoyevsky, siempre con flores, manzanas, caramelos y monedas; del coreógrafo y bailarín francés Petipa, maestro del ballet imperial ruso en la segunda mitad del XIX; del fabulista Iván Krilov y de los compositores Mussorgsky, Rimsky-Korsakov, Borodin, Glinka y Chaikovsky. La tumba más visitada parecer ser la del autor de Los hermanos Karamazov, de cuyo epílogo está tomado el epitafio: "En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo caído en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, produce mucho fruto". La portera es una señora encantadora, no acepta propinas, que puede informaros dónde están situadas las tumbas más memorables, no siempre fáciles de encontrar dado que los nombres solo aparecen en caracteres cirílicos. El día que lo visitamos nosotros había un grupo pequeño de escolares, y con su colaboración y la de sus maestras, logramos enterarnos de a quién correspondía cada una de las tumbas que nos interesaban.
Al otro lado de la calle, exactamente enfrente, hay otro pequeño cementerio, casi igual, el de San Lázaro, aunque con las tumbas más abigarradas y con mucho menos espacio dedicado a los jardines, donde descansan algunos de los arquitectos más célebres de la ciudad, como Carlos Rossi, Giacomo Quarenghi y Andrei Voronijin. ¡Cuidado con la portera que muerde!......

Borodin
Mussorgsky
Antón Rubinstein
Petipa
 Chaikovsky

Rimsky-Korsakov
Plano del cementerio
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* Excepto las dos últimas, las fotos son de Gemma Pellicer.
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viernes, 13 de junio de 2014

Un personaje de Sueiro en San Petersburgo

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En la antología de cuentos de Daniel Sueiro, que presentábamos en la anterior entrada, aparece un relato titulado "Felipe, `El Marciano´" que trata sobre la precariedad y degradación de ciertos trabajos, vinculados a una mal entendida modernidad. El protagonista del cuento, orgulloso de su oficio, trabaja disfrazado de robot en la entrada de unos grandes almacenes, intentando atraer clientes, pero empieza a preocuparse cuando se entera de que en otro negocio semejante, también utilizan un disfraz, aunque con más artilugios mecánicos. Esta narración forma parte del libro La rebusca y otras desgracias, publicado en 1958, y no es difícil imaginarse que tras la anécdota, pueda haber una historia, o al menos, una imagen real. Hace una semana, en un céntrico lugar de San Petersburgo, junto a la Avenida Nevsky, me topé con un cercano pariente ruso de Felipe `El Marciano´, aunque no conseguí saber qué demonios anunciaba.
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jueves, 12 de junio de 2014

Los cuentos de Daniel Sueiro

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Una nueva editorial afincada en Madrid, LIBROS DE ÍTACA, cuyo responsable es Javier Serrano, acaba de publicar su segundo libro, titulado La carpa y otros cuentos. Se trata de una antología de la narrativa breve de Daniel Sueiro, compuesta por cuentos y novelas cortas, hasta un total de trece narraciones, entre las que se encuentran algunas tan memorables como "Mientras espero", "Mi asiento en el tranvía", "El hombre que esperaba una llamada", "Solo de moto" o "El día que subió y subió la marea". El volumen se completa con un apéndice que reproduce un artículo de Sueiro: "La carretera, nuevo personaje literario".  En el prólogo intento explicar por qué Sueiro es uno de los grandes autores de cuentos españoles de la segunda mitad del siglo XX. 
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* Os recomiendo el artículo sobre esta antología, titulado "Kafka en el tranvía", que el escritor Juan Bonilla ha publicado hoy en su blog Biblioteca en llamas, vinculado al diario El Mundo: <http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/bibliotecaenllamas/2014/06/12/kafka-en-el-tranvia.html>.
......http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/bibliotecaenllamas/2014/06/12/kafka-en-el-tranvia.html

miércoles, 11 de junio de 2014

¿Música grabada?

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Alguna vez le oí decir a Juan Benet que prefería la música grabada a oírla en directo. Don Juan siempre tenía opiniones originales y inteligentes sobre las cosas, pero me temo que en esta ocasión no acertaba. Lo recuerdo siempre que voy a la Filarmónica o al Konzerthaus, o esta misma mañana leyendo la entrevista que Jesús Ruiz Mantilla (El País, 30 de mayo del 2014) le hace al pianista croata, nacido en Belgrado, Ivo Pogorelich, quien afirma lo siguiente al respecto:
"Un disco es como la leche en polvo, se le quita el agua para llevarla de un sitio a otro y luego se le añade otra que la desvirtúa. Una grabación está hecha de esa misma falsedad: sacas de su ambiente a la música y la reproduces en otro lugar. La interpretación debe ser en vivo (...), aunque no todo el mundo puede disfrutarlo y en ese sentido puede ser útil".  
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